sábado, 8 de octubre de 2016

Lineal C Serial 13: Alfa





Un par de horas sí que llevarían andando cuando encontraron el cuerpo de Pedro.
Estaba inconsciente y tirado sobre la hojarasca recibiendo toda la fuerza de la tormenta sobre sí.
Al reanimarle, les miró con pánico y muchas muestras de dolor.
—Mi pierna, mi pierna —no paraba de decir.
Jorge se acercó a donde indicaba, descubriendo que se la había partido por varios sitios.
—¿Y Marcos? —le preguntó. No confiaba nada en él y encontrársele así, sólo, y con una pierna rota, no era nada normal.
—Con el perro negro —contestó dolorido mientras Jorge intentaba resolver aquello entablillándole la pierna con unos maderos.
Arturo sintió un respingo en su espina dorsal.
—¿Qué perro negro? —preguntó enseguida.
—Uno medio lobo que nos encontramos nada más internarnos en la espesura. Menudo hijo de puta. Marcos no paraba de llamar: Javiiiiiii, Javiiiiiiii, y yo le imitaba.
>>Así llevaríamos un rato, cuando aquel animal nos salió al encuentro.
>>Marcos, instintivamente, lo encañonó con la escopeta y casi le mete un tiro; pero el bicho, como sabiéndolo, inclinó enseguida la cabeza y comenzó a sollozar.
>>Marcos bajó la escopeta y siguió llamando a Javi. Entonces, el perro se nos acercó aullando.
>>Marcos le preguntó estúpidamente: ¿Sabes dónde está Javi?
>>Y el muy cabrón asintió. Como una persona.
Jorge miró a Arturo e hizo un gesto velado indicando lo aún perjudicado que encontraba a Pedro.
Arturo negó. De alucinación nada. Lo más probable era que Marcos ya estuviera muerto.
Pedro continuó:
—Así fue como empezamos a seguirle a través del bosque.
>>¡Qué sé yo lo que anduvimos! Lo que no se me podrá olvidar es la celeridad que adquirió el puto perro. Y mucho menos cómo, si le seguíamos, trotaba. Y si trotábamos, volaba.
Arturo empezaba a temblar.
—Y entonces fue cuando metí el pie entre estas jodidas raíces, me caí, y me partí la condenada pierna.
—¿Y no te curó el cabrón de Marcos? —preguntó Jorge mientras hacía lo que buenamente podía—. Porque tiene huevos la cosa.
—No pudo. En cuanto me caí, y él se me acercó, el puto perro le cogió por la ropa y le imploró que lo siguiera.
>>Marcos, como poseído, me dejó aquí y se marchó tras él.



* * *


La lluvia le cubría el cuerpo, la vista y hasta el alma.
Caminaba solo.
Jorge había dejado de creer en él en el momento en que en lugar de coger a Pedro y volver a la casa, decidió seguir buscando a Marcos.
Todo empezaba a ser desesperante.
Los muros de la seguridad mental se desmoronaban.
Y sin embargo, debía seguir.
Al menos, por lo que había escuchado en la cinta.
Siempre pensó que el alma comienza a perderse cuando uno deja de luchar por los demás. Y no estaba dispuesto a rendirse.
No lo había hecho nunca y no iba a hacerlo ahora.
Aunque le angustiaba pensar en la figura de El Pistolero.
No se reconocía en él.
Ni mucho menos.
Pero algo debía de albergar. Pues fuera como fuese, al tocar esa especie de nave, se convirtió.
¿O se fusionó?
Esa última parte de la grabación le aterraba. Era como si su espíritu se hubiese fundido con el de otro, y ese otro tomara corporeidad sin dejar de ser él mismo.
Era muy raro.
Porque, incluso en esa última parte de la grabación, parecía hablar desde un alma muy superior a la suya, más serena, más calmada.


* * *


Al divisar la luz, una mezcla entre alivio y temor recorrió su cuerpo.
Estaba muy cansado. Habían sido demasiadas horas caminando bajo aquella dolorosa lluvia.
Frente a él se abría ominoso el portal Craenarium.
Todo seguía siendo igual a lo narrado.
De él, salió Marcos.
Esto ya no estaba previsto.
Y lo hacía cubierto de moco, con el cuerpo sin vida de Javier entre sus brazos.
Al ver a Arturo, se sorprendió.
—¿Qué haces tú aquí? —preguntó.
—Buscarte —le respondió enseguida Arturo.
—He encontrado a Javier. Como dijo Susana, alguien le ha dado un tiro en los huevos y luego lo ha arrastrado con una soga hasta una fosa.
Arturo vaciló.
Por lo que había escuchado en la cinta, en estos momentos el cuerpo de Javier debería ser un amasijo informe de carne reventada. Sin embargo, a la luz de la linterna, no era así. Lucía pálido, pero nada más.
Quizás las esporas Craenarias necesitaran de un organismo vivo para reproducirse. Quizás mientras permaneciera en el vientre de la planta, en su moco, no se iniciaba el proceso. Quizás, demasiadas cosas.
—Marcos, no puedes seguir —le dijo Arturo encarándose con él.
Marcos se quedó sorprendido.
No comprendía la dimensión de ese “no puedes seguir”.
—No te entiendo —dijo adelantando un pie.
Arturo le paró sujetándolo con las manos.
Marcos se zafó:
—Pero ¿qué haces? ¿El agua te ha trastornado...? Vamos a casa, tenemos que ocuparnos del cuerpo de Javier y tramitar el atestado.
Arturo intentó nuevamente frenar a Marcos pero su amigo se volvió a librar haciéndole perder el equilibrio.
Con todo el peso de su cuerpo, dio de bruces en el suelo tropezándose con algo.
Eran los revólveres de El Pistolero.
Empuñó uno y exclamó amartillándolo:
—¡NO PUEDES SEGUIR!
Marcos conocía muy bien el sonido de las armas.
Se volvió:
—¡¿Qué cojones estás haciendo?!
Arturo se levantó encañonándolo con la pistola.
—No puedes volver, estás contaminado.
—¿Contaminado? ¿De qué?
—De esporas Craenitas.
Si Arturo hubiera podido ver la mirada de Marcos habría descubierto en ella una gran decepción.
—Marcos vuelve. No te puedo dejar marchar, de verdad.
Marcos se adelantó:
—¿Pero de qué me estás hablando?
—De que has de volver donde estaba Javier y quedarte allí toda la noche.
Marcos no entendía nada. Realmente, tampoco le importaba:
—Arturo, tío, no estoy para gilipolleces. Tú haz lo que te salga de los huevos, pero yo me voy a casa. Hay mucho que hacer.
Arturo intentó resolverlo por las buenas.
—Marcos, el perro negro que te guio hasta aquí no es un per
No pudo terminar la frase. Como una aparición, como invocado a la mera pronunciación de su nombre, el animal surgió de detrás de Marcos.
—¿No es un qué? —preguntó éste acariciándolo.
Arturo se agachó, recogió cuidadosamente el otro revolver y les encañonó a los dos.
—Marcos, eso que estás acariciando, no es un perro. Es El Mal reencarnado. Es el Diablo en sí mismo.
Los ojos de perro se encendieron por un instante. Lo justo para que Arturo los contemplara.
—¿Tú estás loco? —respondió Marcos—, gracias a él hemos encontrado a Javier.
>>El Demonio no existe —prosiguió—, ni Dios, ni el Alma. No somos más que robots orgánicos. Todo está en el cerebro. Y el tuyo, está empezando a desbarrar.
>>Baja esas pistolas, por favor, y ¡¡¡Vámonos de una PUTA VEZ!!!
Arturo prosiguió:
—No, Marcos. No es un perro. Él ha urdido todo este plan para acabar con el planeta entero. Lo que viste ahí, esa luz que te guio, no está en este bosque, está en otro planeta o en otra dimensión. Y lo que llevas encima, eso que tú crees que es nuestro amigo, es el cuerpo lleno de esporas de lo que en poco tiempo serán unos seres caníbales que nos devorarán a todos.
Marcos no hacía ningún caso, seguía pensando que Arturo alucinaba.
—No puedo dejarte ir —repitió de nuevo Arturo—. Marcos, yo, yo, ¡YO YA HE VIVIDO TODO ESTO! —explotó—. ¡He visto cómo esos bichos reventaban a Jorge igual que en una de mis mejores novelas! ¡Cómo Javier explotaba en la casa y le brotaban de dentro esas esporas cubriéndolo todo con un ansia devoradora impropia de este planeta! ¡Me he transformado en un pistolero, he vuelto en el tiempo para arreglarlo y he MATADO yo mismo a Javier cuando intentaba violar a Susana y... y ¡¡TE JURO POR DIOS!!, que si no te metes ahí dentro otra vez, te mato a ti también aquí mismo y termino lo que empecé de una jodida vez!
Marcos no le contestó.
Simplemente, dejó el cadáver de Javier en el suelo y empuñó su escopeta mientras el perro comenzaba a mostrar sus colmillos.
Arturo apretó los gatillos a la vez que Marcos hacía lo propio.
Los revólveres no funcionaron, ya no eran suyos.
La escopeta de caza sí...


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go raibh maith agat
спасибі

(c) Rafael Heka ;-)




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