Ya eran casi las tres de la tarde.
La tormenta se había cerrado un
montón y fuera estaba oscurísimo.
Vanesa había llamado y le había
dicho a Marcos que Susana estaba bien y que Sonia saldría de esta con apenas
una pequeña cicatriz de un par de puntos.
Por lo menos, y ante el alivio de
todos, había menos cosas de las que preocuparse.
Jorge, Arturo y Marcos se
organizaron.
Comerían algo. Se pertrecharían. Y
en eso de una hora, poco más o menos, despertarían a Pedro.
Éste, junto con Marcos, se
marcharía a buscar a Javier.
Estuviera donde estuviese, había
que encontrarlo.
Jorge y Arturo se quedarían en
casa. De esta forma, si Javier volvía, habría alguien para recibirlo y avisar a
los demás.
En cuanto a que Marcos se llevara
a Pedro, parecía una buena idea. Sobre todo, después de ver la tremenda
escopeta que Marcos había metido en casa.
La verdad es que Marcos era
aficionado a la caza y ese fin de semana pretendía salir al bosque a buscar
alguna pieza con la que impresionarles a todos. Lo que no podía esperarse es
que tendría que utilizar esa misma escopeta de manera disuasoria en contra de
uno de sus propios “amigos”.
Además, un buen paseo bajo la
lluvia terminaría de despejar y limpiar los restos de mierda que Pedro se había
metido.
Dicho y hecho. Comieron algunas
sobras de la noche anterior, desperezaron a un atontado Pedro, y cada uno puso
rumbo a sus quehaceres.
En cuanto apareciera Javi,
recogerían sus cosas y se marcharía cada uno por donde habían venido.
* * *
—Me subo —dijo Arturo.
Jorge asintió.
Sería ya la sobremesa y toda la
cabaña había quedado recogida para la partida.
Desde el salón el espectáculo que
proporcionaba la tormenta era espectacular y Jorge lo contemplaba desde los
amplios cristales de las puertas.
Encendió la televisión.
Arturo subió las escaleras.
* * *
Abrió su cartera.
Metió la mano en ella y un
tremendo vuelco al corazón le heló la sangre.
Sacó la grabadora.
Metió la mano en su bolsillo y
sacó la otra.
No podía ser.
Apretó el play:
<< Quizás estuviera hasta
los cojones.
Lo que está claro es
que lo hice. Cogí mi viejo coche y me lancé un centenar de kilómetros a un
lugar desconocido camino de un grupo de tipos con los que no compar
CLACK
Apenas le quedaba saliva en la
garganta.
Era su voz, sin duda.
Pero él no había grabado aquello,
joder.
No podía ser.
De nuevo, apretó el play.
* * *
<< Habían pasado ya varias
horas desde que se fueron y no teníamos ninguna noticia.
De Pedro podía imaginarme una ineptitud completa
derivada de su insultante pesimismo; de Marcos no. Sería un gilipollas, un
capullo, un bocazas y un impresentable relacional, pero en cuanto a efici
CLACK
Los plomos acababan de saltar.
El rumor de la tele despareció.
Arturo, con la mirada perdida,
observaba la tormenta arreciando contra los cristales de la casa. Exactamente
igual a como él mismo lo narraba en la grabadora.
En el piso de abajo Jorge gritaba.
¿Qué cojones...?
Guardándose la grabadora en el bolsillo bajó las escaleras.
Entre las sombras, su amigo
caminaba histérico por el salón discutiendo a más no poder:
—¡¡¡Estás enferma!!! ¡Vete a un
psiquiatra que te trate porque no es normal, joder! ¡Soy un ser humano, no una
puta almorrana tuya que deba dar explicaciones constantemente de lo que hace o
deja de hacer! ¡¡¡¿Qué pasa, que cada vez que vaya a cagar también te tengo que
llamar?!!!
Silencio.
—¡Que no, joder! ¡Que no me sale
de los huevos, que ya tengo los suficientes años! ¡Ya nos veremos la semana que
viene si puedo!
>>No, no te voy a decir
dónde estoy.
>>¡Que no joder!, que
¡NOOOOOOOOOO!
Y con un tremendo golpe, reventó
el móvil contra el suelo.
Arturo estaba atónito.
—¿Qué pasa tío?
Jorge pareció calmarse un poco.
Ya llevaba unos años un poco
tenso, pero acaba de ver cómo aquella mujer era capaz de ponerlo de 0 a 100 en
apenas 5 segundos.
—Nada, la demente de mi madre.
Arturo sonrió.
—No para de controlarme, la muy
HIJA DE PUTA.
>>Todo el día se lo pasa
queriendo saber lo que hago, con quién voy o no, juzgando, haciendo sentirme
culpable, y ya estoy hasta los cojones.
>>Y todo, por ser buena
persona, joder. Por quedar con ella a menudo para que no se sintiera sola, y
porque no entiendo el porqué de llevarse mal con los padres. Pero es que lo de
mi madre ya es de psiquiatra.
Arturo lo dejó desahogarse
mientras intentaba reparar la luz.
—Ya estoy hasta los mismísimos
—seguía hablando solo—. Pero lo peor es que quiera hacerme sentir mal,
inseguro, grrrr. La estrangularía con mis propias manos. Hija de puta. Como no
tiene vida propia, no entiende que los demás la tengan, salgan, entren, se
relacionen. A ver si se muere de una puta vez.
Arturo regresó:
—No hay luz, y no son los plomos.
—Y es que además es negativa,
negativa. Todo lo ve negro. Y si ocurre algo, siempre ve el lado malo. No deja
crecer ni avanzar; es una enferma.
Jorge se tiró en el sofá.
—Me tiene hasta los huevos.
Arturo le dejó allí. Había de
estar solo y él acababa de recordar que en el coche tenía una linterna.
Cuando regresó, Jorge se estaba
metiendo un buen trago de algo fuerte.
—¿Tienes frío? —le preguntó Arturo
iluminándole con la linterna.
—Un poco —contestó.
Un par de rayos iluminaron de
repente el salón.
—Por cierto, en el cobertizo de
atrás igual hay velas.
Arturo asintió y ambos salieron.
Llovía a cántaros.
Antes de abrir la puerta de madera
de la pequeña cabaña ya se habían cogido una buena mojadura.
—¿Ves? —dijo Jorge.
El interior del habitáculo estaba
lleno de aperos de jardinería, sierras, rastrillos, recoge hojas, etc.
Regresaron a la casa y encendieron
las velas.
Con aquel tremendo sonido de la
lluvia cayendo, y las velas quemándose, ambos se quedaron mirando al bosque.
Arturo sacó el móvil y marcó el
número de Marcos.
—Nada, sin cobertura. —Le enseñó a
Jorge.
Poco más había que hacer.
Jorge se cambió y se tumbó un rato
en el sofá a contemplar la tormenta; Arturo, mientras tanto, subió a su
dormitorio, se cambió también, y continuó escuchando la grabación.
* * *
<< Nada más hacerlo, la
insignia que siempre luciera en lado izquierdo de mi
pecho comenzó a brillar señal de la justicia y el orden que siempre había
impuesto a cada misión encomenda
CLACK
La cinta terminó.
Fin de la historia.
Arturo lo había escuchado todo.
Absolutamente todo.
Y todo, de su propia voz.
No podía creerlo. Apenas podía dar
crédito al hecho de que se hubieran duplicado las grabadoras, mucho menos aún
la historia narrada en la encontrada en el césped.
Pero, si lo contado era cierto (y
él mismo era el que lo contaba), de alguna forma fue capaz de regresar en el
tiempo al viernes y dejar esta grabadora en manos de Susana.
Él tenía que ser el pistolero al
que se refería la chica; el mismo que descerrajó el tiro en los huevos a Javier
y que seguramente la dejó en el jardín de atrás de la casa para que los demás
la encontraran.
Y si seguía la historia, esa noche
se abriría nuevamente el portal Craenarium.
Tenía que ir en busca de Marcos y
Pedro. Si caían en la trampa podrían condenar al mundo entero.
Y tenía que encontrar al jardinero
también.
Sin pensárselo dos veces, se
cambió.
Se puso sus mejores botas de
montaña, sus vaqueros más resistentes, un polar de cuando subió a aquel volcán
tan enorme con Raquel y la cazadora de escalada.
Sobre ellos se colocó un
chubasquero de expedición, se guardó la grabadora en el bolsillo, y bajó al
piso de abajo.
Jorge dormía.
Con cuidado, se le acercó:
—Jorge, tío, despierta...
Las velas estaban terminando de
consumirse y la luz no había vuelto.
Arturo sabía que no volvería.
—Jorge...
Jorge se despertó sobresaltado:
—¿Qué pasa?
—Tenemos que irnos —comenzó
Arturo—, aquí ya no hacemos nada. Hay que encontrar a Marcos y a Pedro.
—¿Por qué íbamos a salir con la
que está cayendo? Ya volverán, joder.
—Es muy importante y explicártelo
llevaría más tiempo del que tenemos.
—Estás flipando.
—Tenemos que irnos. Todos estamos
en peligro.
—¡¡¡¿Qué peligro?!!! ¡¡¡¿Qué
dices?!!!
Arturo respiró hondo; Jorge era un
gran lector de ciencia-ficción pero, que le creyera, era ya otro cantar.
—Verás, Jorge: si no encontramos a
Marcos y a Pedro, es posible que se “contaminen” con “algo” que podría destruir
el planeta entero.
—¡¡Pero ¿qué dices?!!
>>¡¿Escribir esas novelas
que publicas te ha trastornado?!
—No, lo sé porque yo mismo me lo
he dicho desde el futuro.
Jorge rio. Sabía que Arturo era un
tío cabal y sensato. Pero aquello...
—Vamos, Art, tío, ¡no me jodas! No
estoy de humor. Con tanta puta humedad me estoy cogiendo un gripazo de cojones.
Me duele todo de la caminata de ayer buscando al capullo de Javi y no tengo
ganas de pillarme otra pingadura buscándole otra vez.
Arturo continuó:
—¿Te acuerdas de lo que dijo
Susana?
—El qué.
—Lo de El pistolero.
—Ah, sí. ¿Y?
—YO era El Pistolero.
—Anda, tío, qué te has tomado.
Arturo sacó la grabadora:
—Mira, ¿ves la grabadora?
Jorge asintió.
—Pues en ella está relatado todo
ese fin de semana de mi propia voz. Y fliparías con lo que cuento.
—¿Y no será que lo escribiste en
una “flipada”? Porque yo estoy alucinando también de la cantidad de mierda que
se mete la peña...
Arturo le miró fijamente a los ojos.
—Jorge, ven conmigo o no podré
hacer nada. Te juro por Dios que no estoy zumbado, ni me he metido nada, ni te
estoy gastando una broma.
Jorge se levantó y le siguió a
regañadientes. Quedarse solo en la casa, sin luz, y con aquella tormenta, tampoco
le agradaba.
Ah, y sin móvil.
Mejor salir, aunque cayeran chuzos
de punta. De esa forma toda aquella locura pasaría antes.
gracias
thanks
спасибо
thanks
спасибо
merci
感謝
dank
感謝
dank
go raibh maith agat
спасибі
спасибі
(c) Rafael Heka ;-)
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