sábado, 28 de septiembre de 2013

Sci-Fi Homo (Homosexualidad en la Ciencia-Ficción)


Allá por Junio de este año Doc Pastor me pidió que redactara una colaboración para la revista La Encuadre.
—¿Qué necesitas? —pregunté.
— Nada —dijo—. Algo sencillo: un artículo sobre la homosexualidad en la ciencia-ficción para nuestro número de Junio.
Eh voilá:


Tengo que reconocer que cuando me pidieron que hablara de homosexualidad en la ciencia-ficción, lo primero que me vino a la mente fue un retablo muy gráfico de todo lo contrario: Los protagonistas victorianos de H. G. Wells, el musculado John Carter de Edgar Rice Burroughs, los estereotipos marcadamente heterosexuales de Robert Heinlein, y, más que esos, los cachas abraza pin-ups de Amazing Stories, propios de una era pulp norteamericana abanderada por Hugo Gernsback, cuyas influencias marcaron un género, una estética, y uno de los premios más prestigiosos del género. Y es que, en ciencia-ficción, realmente, salvo que se trate el tema como centro de la trama a fin de trasmitir alguna que otra postura ante dicha coyuntura, éste resulta algo inherente y normal en sociedades postmodernas y avanzadas muy liberadas ya de prejuicios homofóbicos.
Incluso, del propio uso del género, habría que constatar que algunos de estos autores tan propios de ciertos estereotipos, terminaron escribiendo historias con protagonistas homosexuales al adentrarse en imaginarios más evolucionados dignos de mentes más preclaras.
Pero empecemos por un cierto principio:
Escribir sobre homosexualidad antes de los años 50, en cualquier género, era algo reservado para unos pocos valientes capaces de disfrazarlo, de alguna manera, en algo que no molestara a una sociedad de amplia raigambre conservadora. El caso de Odd John (1935) de Olaf Stapledon sería uno de ellos; en su obra, se narra la historia de un mutante con poderes psíquicos extraordinarios capaces de permitirle seducir a todo aquel que se le antoje, siendo quién se le antoja, un muchacho joven y de buen merecer. 
Posteriormente, como en el resto de ámbitos culturales sujetos al desarrollo social, la afluencia de tramas con temática o protagonistas homosexuales llegaría a las letras con los movimientos reivindicativos de los años 60 en donde los autores pudieron sentirse más a gusto desarrollando historias que una sociedad no rechazara o le fuera difícil comprender.
En ciencia-ficción hard, o ciencia-ficción más dramática, hubo bastantes de ellos y grandes obras; uno de los más prolíficos fue Theodore Sturgeon, con una gran cantidad de relatos y un compromiso bastante regular en el desarrollo de su obra; De entre ella, destacaría brillantemente Venus más X, publicada en 1960, donde se desgrana una utopía futurista basada en la concomitancia de los géneros sexuales camino de un fin más elevado.
Otra autora que dejaría el listón muy alto por aquella década sería Ursula K. Le Guin con su novela La Mano Izquierda de la Oscuridad (1969), en donde se nos hablará de distintas formas de sexualidad en una sociedad cuyos individuos cambian de género cada ciertos periodos. Una auténtica joya de la ciencia-ficción galardonada con los premios Nébula en el 1969 y Hugo en el 1970.
Algo ya más actual, tendríamos a un John Varley y su Playa de Acero (1992), un texto sobre finales, cuyo distópico inicio es ya bastante ejemplarizante en cuanto a lo de temáticas liberadas de prejuicios homofóbicos se refiere:
   Dentro de cinco años, el pene será obsoleto.
  
En cuanto a obras de ciencia-ficción con personajes homosexuales y no textos propios de dicha temática, creo que nadie podrá olvidar al degenerado barón Vladimir Harkonnen de la mítica saga de Frank Herbert Dune (1965), los personajes inducidos a la homosexualidad por superpoblación en la obra de Joe Haldeman, La Guerra Interminable (1975), o el Maestro Cantor de Orson Scott Card (1980).   
Adentrándonos en mundo de la tv, un medio mucho más valiente e interesante en el desarrollo de la ciencia-ficción audiovisual, las cosas discurrieron de forma similar a como ocurría con la literatura, con producciones sesenteras al estilo Twiling Zone, o Outer Limits; aunque, como inicio en el impulso de estos temas, habríamos de otorgarle una pequeña distinción a aquella que rompió realmente los hielos de la ciencia-ficción pulp en vías de temáticas sociales de amplio espectro y grueso calado: Star Trek.
En Star Trek the Original Series (STOS), y posteriormente también en Star Trek La Nueva Generación (STNG), así como con en Espacio Profundo Nueve (DS9), Voyager y Enterprise, encontraremos amplias tramas de interés social y humanista en donde no podía faltar el tema de las relaciones sexuales. Dada su amplitud, dejaré tan sólo dos apuntes a destacar: El Paria STNG Temp. 05 Ep. 17, y los episodios del universo espejo de Espacio Profundo Nueve iniciados con El Sendero DS9 Temp. 02 Ep. 23.
Tras ella, y siguiendo su fulgurante estela, tendríamos ejemplos similares en series como Star Gate, Far Scape o la nueva Galáctica; ya más metidos en harina, sexualmente hablando, producciones como Lexx, o la contemporánea Misfits, muestran relaciones y situaciones de forma más explícita y cruda; eso sí, nunca, como la serie referente en lo que a objetivo de este artículo se refiere. Ya que, para ser sincero, si tuviera que decir una, sólo una única producción que fuera lo suficiente evolucionada como para mostrarnos un protagonista homosexual, sin que esto fuese el pretexto de abanderar ninguna reivindicación, sino una cualidad más de un personaje en vía de desentrañar tramas de la más pura y creativa ciencia-ficción culta europea, esta sería, sin lugar a dudas, Torchwood.
Torchwood, spin-off de Doctor Who, y anagrama del mismo, nos muestra a un grupo de investigadores de lo sci-fi, comandados por un flamante y pansexual capitán Jack Harkness. Un alienígena que no puede morir, capaz de tener relaciones con hombres, mujeres, o lo que le surja en su dilatada andadura espacio-temporal. No se puede decir más, tan sólo hay que verla para comprenderlo.
Como colofón, me gustaría declarar que desde mi punto de vista, en historias de éste corte, fuera eso sí de aquellas que como he explicado antes, pretenden conjeturar sobre las consecuencias de las diversas opciones sexuales, es de ésta última forma cómo debería de ser representado el tema, puesto que su público realmente así lo merece; esto acuñaría más una normalidad propia de una sociedad más adulta, dado que cualquiera que disfruta con este género leyendo textos como el de un veterinario intergaláctico que  ataviado con un completo traje de minero se introduce en una vagina descomunal de un pobre animal enfermo, descubrir a dos, tres, o diez personajes de igual sexo, raza, o planeta, intercambiando fluidos o sentimientos, no le resulta, en absoluto, nada extraño.


© Rafael Heka 15/05/2013

sábado, 14 de septiembre de 2013

Algo de los Tuk




Algo de los Tuk

Recuerdo amar los libros y las historias de fantasía, desde el primer momento en que mis pies pisaron La Comarca camino de Bilbo, Gandalf y la troupe de enanos de Thorin Escudo de Roble.
Como a Bilbo, algo de los Tuk renació en mí cuando los enanos, reunidos todos ante la bella chimenea del hobbit aquella estrellada noche, empezaron juntos a tocar una música, tan súbita y dulcemente que Bilbo olvidó todo lo demás, y fue trasportado a unas tierras distantes y oscuras, bajo lunas extrañas, lejos de Delagua y muy lejos del agujero-hobbit bajo La Colina.
…de pronto, uno primero y luego otro, mientras tocaban, entonaron el canto grave que antaño cantaran los enanos, en lo más hondo de las viejas moradas, preñado de honor, trabajo, y lugares tan bellos como el alma de un niño risueño.
Mientras tocaban, el hobbit sintió dentro de él el amor de las cosas hermosas hechas a mano con ingenio y magia; un amor fiero y celoso, el deseo de los corazones enanos.
Entonces, algo de los Tuk renació el él: deseó salir y ver las montañas enormes, y oír los pinos y las cascadas, y explorar las cavernas, y llevar una espada en vez de un bastón.
Far over the misty mountains cold
To dungeons deep and caverns old
We must away ere break of day
To seek the pale enchanted gold.

The dwarves of yore made mightly spells,
While hammers fell like ringing bells
In places deep, where dark things sleep,
In hollow halls beneath the fells.

For ancient king and elvish lord
There many a gleaming golden hoard
They shaped and wrought, and light they caught
To hide in gems on hilt of sward.

On silver necklaces they strung
The flowering stars, on crowns they hung
The dragon-fire, in twisted wire
They meshed the light of moon and sun.

Far over the misty mountains cold
To dungeouns deep and caverns old
We must away, ere break of day,
To claim our long-forgotten gold.

Goblets they carved there for themselves
And harps of gold; where no man delves
There lay they long, and many a song
Was sung unheard by men or elves.

The pines were roaring on the height,
The winds were moaning in the night,
The fire was red, it flaming spread;
The trees like torches blazed with light.

The bells were ringing in the dale
And men looked up with faces pale;
The dragon's ire more fierce than fire
Laid low their towers and houses frail.

The mountain smoked beneath the moon;
The dwarves, they heard the tramp of doom.
They fled their hall to dying fall
Beneath his feet, beneath the moon.

Far over the misty mountains grim
To dungeons deep and caverns dim
We must away, ere break of day,
To win our harps and gold from him!

- - -

Más allá de las frías y brumosas montañas,
a mazmorras profundas y cavernas antiguas,
en busca del metal amarillo encantado,
hemos de ir, antes que el día nazca.

Los enanos echaban hechizos poderosos
mientras las mazas tañían como campanas,
en simas donde duermen criaturas sombrías,
en salas huecas bajo las montañas.

Para el antiguo rey y el señor de los Elfos
los enanos labraban martilleando
un tesoro dorado, y la luz atrapaban
y en gemas la escondían en la espada.

En collares de plata ponían y engarzaban
estrellas florecientes, el fuego del dragón
colgaban en coronas, en metal retorcido
entretejían la luz de la luna y del sol.

Más allá de las frías y brumosas montañas,
mazmorras profundas y cavernas antiguas,
a reclamar el oro hace tiempo olvidado,
hemos de ir, antes que el día nazca.

Allí para ellos mismos labraban las vasijas
y las arpas de oro; pasaban mucho tiempo
donde otros no cavaban; y allí muchas canciones
cantaron que los Hombres o los Elfos no oyeron.

Los vientos ululaban en medio de la noche,
y los pinos rugían en la cima.
El fuego era rojo, y llameaba extendiéndose,
los árboles como antorchas de luz resplandecían.

Las campanas tocaban en el valle,
y hombres de cara pálida observaban el cielo,
la ira del dragón, más violenta que el fuego,
derribaba las torres y las casas.

La montaña humeaba a la luz de la luna;
los enanos oyeron los pasos del destino,
huyeron y cayeron y fueron a morir
a los pies del palacio, a la luz de la luna.

Más allá de las hoscas y brumosas montañas,
mazmorras profundas y cavernas antiguas,
a quitarle nuestro oro y las arpas,
¡hemos de ir, antes que el día nazca!

Luego vendría la tienda de libros de ocasión del señor Koreander, donde me adentré en una Historia Interminable, y como Bastian, asumí mi responsabilidad de luchar contra la Nada y ampliar Fantasía.
Eso sí, si había de hacer algo así, cómo no hacerlo llenándola de mundos hermosos y galaxias sorprendentes, capaces algún día de permitirme encontrar una princesa en apuros necesitada de una nave tan rápida como el Halcón Milenario y la protección ofrecida por esos nobles y coloridos sables de luz empuñados por heroicos y sabios Jedis.
Cómo no hacerlo, planteando historias humanas cargadas de simbolismos y utilidad, capaces de aportar alimento espiritual y herramientas dignas de un tripulante aventajado de la Flota Estelar rumbo a Vulcano en la USS-Enterprise.
Cómo no hacerlo, sin llevar una toalla, la Guía del Autoestopista Galáctico, un plano de Mundo-disco o las llaves de la T.A.R.D.I.S.
No podría.
De hecho, en mi llavero siempre podréis encontrar las llaves del Doctor, las del apartamento de Frasier, de Seinfeld y de todos los Amigos del Central Perk.
Eso sí, de vez en cuando, me resulta difícil trabajar sin plantear luchas primigenias dignas de pistoleros, amigos reencontrados en Derry, o escritores en busca de inspiración camino de Salem´s Lot. ¿Qué buena historia puede carecer de épica constructiva?
En definitiva, que si te acercas lo suficiente, prometo golpearte positivamente el espíritu con la fuerza de cien martillos enanos, alimentar tu corazón con alucinantes viajes hacia ti mismo en miles de mundos coloridos y hermosos, sacarte una sonrisa, hacerte luchar de forma heroica, y darte razones para salir a la calle y gritar: ¡Dios, estoy vivo y amo hasta a ese gilipollas de vecino que ni siquiera se digna a cruzar una palabra conmigo!
Te daré algo de los Tuk.
© Rafael Heka 2013
   

     

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Sólo tenían las naves...

Perseidas 33Ediciones
Caricias y Batallas Ágora Editorial
Sólo tenían las naves...
(Microrrelato)


Los Ángeles, California. 1963.

Cuando escuchó la puerta cerrarse tras él, supo que algo andaba mal.
—¿Todo bien, Wes? —exclamó ella desde el salón.
—No —fue la derrotada respuesta. Claro que no, cómo habría de estar bien.
Aún en shock y sobre el recibidor, dejó caer la placa y la pistola como dos pesadas e inútiles piedras.
—Te dije que no fueras...
No contestó. Tenía mucha prisa. Recogió un sobre grande escondido en el fondo de un cajón de su mesa de trabajo, e hizo ademán de marcharse.
Al pasar frente a ella, ésta le preguntó:
—¿Te vas? Al menos cuéntame algo de lo que ha pasado, ¿no?
El hombre se paró en seco sin molestarse en ocultar su afligida mirada.
Tiene razón.
Fue hasta la cocina, regresó al salón con un baso de agua, y se sentó en el viejo sillón donde ambos disfrutaran tantas veces de tranquilas veladas frente al televisor.
Su rostro, desencajado, comenzó a hablar sin dejar de mirar el sobre que ahora abría con fruición:
—No puedo más —dijo perdiéndose en sí mismo—. Ya, no puedo más.
Mientras ojeaba las páginas del dossier extraído del sobre, se explicó—. El otro día, casi veo esparcir los sesos de un conductor de autobuses a manos de una niña de quince años. Esta noche, acabamos de recoger los cadáveres de un pobre muchacho de color de edad parecida, junto con el de sus dos hermanos de diez y ocho. Las tres criaturas —su voz ahí se quebró— yacían juntos en una mugrienta salita de estar, entre cartones, víctimas de una sobredosis.
Por tratar de apaciguarle, ella le dijo:
—Como otras veces, ¿no?
—No, hoy no.
La mujer dejó definitivamente lo que estaba leyendo y le miró sorprendida:
—¿Por qué?
En sus ojos desolados reventó un enérgico coraje reprimido desde hacía demasiado tiempo. 
—Porque me he dado cuenta —escupió— de por qué la oscuridad invade la inocencia de esos chicos.
Ella sintió curiosidad.
Aferrado a aquel amarillento dossier que por miedo había ocupado el fondo del cajón, dijo:
—Lo hace, porque el pobre alma de esos perdidos y asustados muchachos no encuentra otra cosa con qué alimentarse más que vacío, desolación, u oscuridad. Y ya estoy harto, ¡HARTO! Esos chicos necesitan algo más. Necesitan creer y confiar en que es posible un mundo bueno para ellos; un mundo, más civilizado. Un mundo, en donde sus problemas se resuelvan y se haga sin armas, violencia, o drogas.
Ella asintió, tenía razón.
—Necesitan creer en sí mismos. Necesitan más linternas y menos revólveres. Todos lo necesitamos...
—Necesitan —y miró definitivamente aquel manojo de papeles que sostenía entre sus manos—, estrellas que los guíen...
Y sin decir más, el hombre se levantó, enjugó sus lágrimas, y puso rumbo a la calle.
Había dejado algunas cosas atrás. Cosas, que ya no usaría más: su placa, su revólver, y un sobre vacío.
En él, unas letras garabateadas con cariño e ilusión, rezaban así.
Proyecto:
Star Trek
Autor:
Eugene Wesley Roddenberry

—<<Todo lo que pido es una gran nave y una estrella que me guíe>>.
Cap. James T. Kirk, citando el poema Fiebre de Mar (1902) de John Masefield

(c) Rafael Heka 2013