Barael descorrió la cortina con un amplio
bostezo.
Ya había amanecido y la suave claridad de la
mañana le recibía cordial calentando gratamente sus mejillas mientras al fondo,
el jorobado, sentado en un taburete, observaba más meditabundo que curioso un
espléndido rubí aprisionado en un colgante de bronce.
Aún desperezándose, se acercó:
—Uauuu —gañó, rascándose las nalgas.
Sin dejar de mirar el objeto, el jorobado le
aclaró:
—Era de mi madre.
Barael hizo por observarlo más detenidamente
y sacó en claro que era pequeño, triangular, de cuatro facetas y que brillaba
como mil demonios engarzado en aquel bruñido medallón. Pues eso, un rubí
cojonudo, ¿y?
El jorobado lo sujetó por su cadena
haciéndolo oscilar como un péndulo a la vez que su mirada se perdía en viejas
memorias y Barael aprovechaba para hacer la típica rascada de entrenalgas
mañanera.
Verás, ahora es cuando saca una motosierra y
me hace carne para hamburguesas...
—Mi madre —comenzó Lo dicho, ahora viene
lo de <<…me dijo que no anduviese con mujeres como tú>> y: uno dos,
cuchillada va, uno dos, cuchillada viene— me lo colgó del cuello antes de
morir. Es de piedra roja. La piedra roja más antigua conocida.
Es incluso más
antigua que los reinos de Rojo y Roja.
Su mirada continuó perdida.
>>Gracias a él —concluyó regresando a
la realidad—, pude construir mis artilugios… —su tono mostró pena—…, ten, es
tuyo. —Y se lo lanzó a Barael como si nunca lo hubiese poseído.
Barael le miró sorprendido:
—¿Por qué? —preguntó.
El
jorobado no contestó. Miró con cariño la gema, la extrajo de su engarce y le
dijo (por no decirle: <<eres más tonto que pichote>>):
—Déjame tu medallón.
Barael, hurgando bajo sus pieles, se lo
tendió.
Pues a ver si al final éste va a ser el más
normal de todos cuantos me he encontrado en esta casa de p
El jorobado cogió la gema y la encajó en uno
de los huecos libres. Sorprendentemente, se amoldaba a la perfección. Como la
perla que le diera Azión.
Ajustando el cierre, le devolvió el medallón.
—¿Lo ves? Esto te pertenecía desde hace
muchos años, y ni tú ni yo lo sospechábamos. Qué raro es el destino…
Para cagarse, Y se colocó de nuevo el
medallón en el pecho, asintiendo con el típico gesto bovino acompañado del
levantar de hombros característico.
La gema brilló magnífica en su pecho.
* * *
El jorobado se acercó entonces a una mesita
de madera repleta de cachivaches y le trajo algo a Barael.
—Toma —exclamó con fruición—; cuando yo te
diga, te las pones —(Eran unas gafas de aviador como las que lucía él, pero
mucho más cutres -si es que esto es posible, claro-).
—Ahora ven —profirió invitándole a acercarse
al periscopio que reposaba cerca de la ventana. Miró por él, lo calibró y se lo
cedió triunfante.
Nada relevante. Sólo una gran extensión de
líquido rojo.
—¿Y bien? —preguntó el duende blanco.
—Ése es el Lago de Ketchup —fue la respuesta
del jorobado.
Barael le hizo un gesto como de decir:
<<Estupendo, como si me dices que te huelen los pies>>.
—No, espera: ¿qué es el kétchup?
—No quieras saberlo.
—Quiero saberlo.
El jorobado puso cara circunspecta y
exclamó:
—Una especie de eugenesia tomatil a base de
azúcar y reducciones.
—¿Eugenesia? ¿Tomate? ¿Reducción?
—Salsa de tomate concentrada y dulce.
—¿Y está buena?
—Según con qué.
—¿Y con qué está buena?
—Con salchichas, carnes, acompañada de
mostaza.
—Interesante…
El jorobado le pidió ahora que se colocara
los anteojos y repitiera la operación.
El mundo entonces se hizo rojo a los ojos de
Barael. Como un niño, miró de un lado para otro disfrutando de la sensación. El
jorobado rogó enseguida celeridad. Parecía tomarse todo aquello muy en serio a
pesar de que le encantara desbocar su contenida erudición.
Cuando por fin el duende blanco miró por el
artefacto, su cara se transformó: ¡¿Acaso no había allí un gigantesco castillo
fantasma plagado de torreones apoyado sobre un grueso remolino?!
Venga, no jodas…
Pero, ¿y esos espectros multiformes volando
a su alrededor? Mediocuerpos, cubos, esferas, animales…
Venga…, venga…
—¿Cómo es posible? —preguntó Barael
confundido.
—¿Comprendes ahora…? —contestó el jorobado.
Barael dejó de mirar la aparición para
preguntar:
—¿Fueron esos monstruos los que me atacaron
anoche?
El jorobado asintió.
Barael, en ese momento, descubrió que en
aquella habitación había más cosas de las que viera sin las gafas. Lo que más
le llamó la atención fue un hacha de doble filo que colgaba de la pared.
El jorobado, que advertía lo que Barael
pensaba, se explicó:
—Todas esas armas que ves por ahí se las
arrebaté a los espectros.
Barael se acercó a una estaca y la cogió.
Tenía la textura de una estaca, pesaba como
una estaca, incluso parecía una estaca, pero…
Retirando las gafas, pudo comprobar cómo seguía
sintiendo todo esto a pesar de no verla. Se las volvió a poner.
—¿De qué están hechas estas armas? —preguntó
muy sorprendido.
—De lo mismo que los espectros y ese
castillo que acabas de descubrir: de magia solidificada.
Barael dejó la estaca en su sitio.
—Espera, espera, ¿y esa muñeca con los
brazos extendidos y la boca abierta? ¿Y esto que pone Anal-Intruder™ con forma
de taladradora y multiformes cabezales intercambiables?
—¡Buah! Cachivaches. A Esmeralda la encontré
en cerca del campanario, se la quité a un espectro que hacía llamarse Frolo y
que tenía más mala leche que un ciego en una orgía. Lo otro aún no he podido
descifrar su utilidad, pero se carga a los espectros que es un gusto. Sobre
todo por detrás.
—Bueno, bueno, y ¿quién vive en ese castillo
entonces?
—Pues no lo sé. Pero llevo años planeando
una excursión hasta allí.
Barael escuchó con interés.
Anda, mira: un pisapapeles con forma de
¿polla? ¡Y vibra!
—Mejor será que te cuente las cosas desde el
principio —comenzó.
Barael asintió con la cabeza mientras se
sentaban en unos tocones.
¡Cómo molan esos pantalones de cuero con las
nalgas abiertas junto al cartel de La Ostra Azul!
—Hace ya muchos años —continuó—, bastantes
después de que el reino se dividiera en dos, la gente del pueblo empezó a
desaparecer. Al principio lo achacaban a la falta de diversión que tenía la
localidad -sobre todo teniendo en cuenta que los condados del sur son
verdaderos vergeles de juego y diversión-, pero los días pasaban y las
desapariciones aumentaban sin razón aparente junto con el inquietante hecho de
que nadie volvía a tener noticias de los desaparecidos. Así que la gente se
asustó; cundió el pánico; se corrió la voz; y llegó un momento en que hasta los
tenderos dejaron de venir por aquí. Yo, que siempre he sido una persona aislada
del resto de la sociedad -por motivos que son evidentes y porque la compañía de
la gente nunca me entusiasmó mucho- llegué a quedarme solo. Y cuando digo solo,
digo solo. Mi madre murió a los pocos días de darme a luz a causa de mis
deformidades, y a mi padre nunca lo conocí.
Barael le miró con cierta compasión.
Manual de Bolas Chinas: Lubríquese bien la
zona e introduzc
—Vivir en una ciudad desierta —siguió— no
estaba tan mal. Sobre todo si eres una persona introvertida.
>>Cogí tanto cariño al poblado, que no
había pensado nunca en mudarme hasta que recibí el primer ataque de los
espectros.
>>Era una de esas noches en las que yo
salía a pasear meditando sobre mis objetos de estudio.
>>Cuando giré uno de los recodos que
dan a la plaza de abastos, algo me golpeó en la cabeza. Aturdido, miré quién
había podido golpearme. Al no ver nada, pensé que podía haber sido una
alucinación producida por el exceso de horas de estudio acompañadas del ayuno.
>>Continué mi paseo hasta que algo me
sujetó por el brazo derecho. Asustado, me zafé y corrí hasta regresar aquí.
>>Al día siguiente, asustado y sin
haber podido pegar ojo en toda la noche, decidí salir de nuevo a la calle.
>>Ese día no sucedió nada.
Mira, un librito: Hiperbucake en tres
lecciones. Palangana no incluida.
>>Ni ese, ni los restantes de ese mes.
>>Pero, hete aquí que, al mes
siguiente, recibí en otro de mis paseos una nueva agresión. Ésta más fuerte.
Tal fue, que si no llego a tener un poco de suerte, no lo cuento.
>>Decidí inmediatamente recluirme aquí
y no salir a no ser para lo más imprescindible.
>>Pues bien, una mañana, mientras
realizaba una de mis maquetas, movido no sé si por el recuerdo de mi madre o
por el cansancio, colgué esa gema que te di en aquel lugar. —Y señaló un clavo
encima del periscopio.
VHS: “El fontanero su mujer y otras cosas de
meter”, “La guarra de las galaxias”, “Si no soy Curro Jiménez porque tengo este
trabuco”. ¡“La DAMA DE
LAS MAMELLAS” de Martin Scorsemen!
>>Al cabo de un rato, sentí trinar un
petirrojo y me volví para mirarlo. Entonces, a través de la gema, observé algo
que me llamó la atención. Me levanté totalmente excitado.
>>Miré por la ventana, pero no vi
nada. Así es que cogí, me senté de nuevo en mi taburete, e iba a seguir con la
maqueta cuando, de nuevo, algo espoleó mi curiosidad. Me volví y miré. Esa vez
no había lugar a equívoco, allí había algo.
>>Cogí la gema y poniéndomela en el
ojo así. —E hizo el ademán de colocarse un monóculo—. Miré por la ventana:
sobre el Lago de Ketchup parecía haber algo suspendido. Cogí el periscopio y
miré por él con el ojo en el que tenía colocada la gema.
>>En ese momento contemplé por primera
vez aquel castillo fantasmal. El castillo y todo lo demás, claro.
>>No podía estar más satisfecho. Ahora
podía ver a los espectros, y ¡acabar con ellos!
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patentado Molde-Mor/oto® llegarás hasta tu escrot
>>Mis primeras incursiones fueron
ingenuas. Me limitaba tan sólo a ver cómo los fantasmas pululaban por las
calles buscándome.
>>Más tarde, construí estas gafas que
llevo puestas. —Se las señaló a Barael—. Y me dediqué en serio a defender el
poblado de los monstruos. Esas armas que ves, son algunas de las piezas que
recaudé.
>>Tras mucho luchar con aquellos
descerebrados engendros, me di cuenta de que eran esbirros mentales de un ser
superior a ellos, de un ente inteligente que los gobernaba y que vivía en ese
castillo sobre el Lago de Kétchup.
>>Así fue como se me ocurrió la idea
de construir el Rsjfgs-cóptero.
Barael se le quedó mirando incrédulo ante
tanta sarta de inverosimilitudes.
El jorobado explicó:
—Rsjfgs por mí, pues ese es mi nombre, y
cóptero, porque vuela gracias a un sistema de propulsión basado en unas grandes
aspas.
Barael exclamó sarcásticamente:
—No, si dicho así, queda clarísimo.
Lo dicho, como que te olieran lo pies.
Rsjfgs continuó:
—Sin embargo, después de trabajar durante
años y años, sortear hordas de espectros y subsistir a peligros inimaginables
para poder conseguir las piezas necesarias, me di cuenta de un pequeño detalle
que debería haber tenido en cuenta antes de ponerme a construir el artefacto:
>>Se necesitan como mínimo dos duendes
para hacerlo volar: uno que se encargue del sistema de propulsión, y otro de
manejar los controles.
Este tío será muy listo, hablará muy bien,
pero es completamente gilipollas.
Barael le miró entonces a la defensiva
entendiendo lo que le iba a pedir.
—¿Y por qué malgastaste tanto tiempo
construyendo un artefacto que no ibas a poder pilotar?
El jorobado se ruborizó:
—Qué podía hacer. Saqué los planos del único
manual que tenía: Éste. —Y se lo tendió a Barael— Aquí no hay bibliotecas,
¿sabes?:
“Manual de construcción de artefactos
voladores para dummies”
Por el profesor Hans Fritch.
—De dónde salió, nunca lo supe[1],
ya lo tenía en la librería antes de fallecer mi madre. Ninguno se puede pilotar
por un único duende, mira. El más sencillo es el que he construido yo y se
necesitan dos; mira, mira.
>>Pero claro…, teniendo en cuenta que
ahora estás tú aquí…
—Podríamos meternos en tu
pichinglás-cóptero, volar a ese castillo de las maravillas invisibles, sortear
un ejército de espectros, y enfrentarnos con un no menos poderoso brujo,
monstruo, superfantasma o lo que sea —terminó Barael.
El jorobado asintió excitado, moviendo de
arriba abajo la cabeza.
El duende blanco le contestó rotundamente:
—Pues no. Y no te digo lo de ¡un mojón pa
ti! porque me has salvado la vida y me has dado la pieza del medallón que
faltaba, que si no, cortecito de mangas y lo dicho Lo siento, pero no. Yo
he de irme de este país que bastante me ha retrasado ya. No puedo perder tanto
tiempo.
—¿Y cómo volverás? —preguntó suspicaz
Rsjfgs.
—Pues…, pues…. Déjame que piense. Voy a
coger mi zurrón, voy a atravesar un país plagado de espectros, alimañas y
jugadores deseosos de romperme el orto. Lo voy a hacer solo… No sé, a lo mejor salgo con vida, ¿no?
>>Joder —Barael se sentó de nuevo en
su tocón totalmente abatido y a punto de llorar.
El jorobado le miraba sonriente y triunfante.
Barael exclamó a regañadientes:
—¡De acuerdo, te acompañaré! Pero sólo con
una condición.
—¿Cuál? —preguntó el jorobado sonriendo.
—Que en el caso de que ese artefacto tuyo
funcione y salgamos con vida de la visita al castillo de las atracciones sin
fin, me acerques hasta el Muro de los Colores.
Rsjfgs le posó una mano en el hombro y
contestó solemne:
—Amigo, eso está hecho.
—Ah, y me cojo a Esmeralda que voy a mirar a
ver si le encuentro un mecanismo que me suena a mí que…
—Bueeeeeeeeeeeeeeeno.
—¡Y las bolas chinas! ¡Qué coño, a tumba
abierta!
(c)Rafael Heka ;-)
[1] ¿Que en vuestro mundo no lo hay? Pues es una
pena, porque es un best-seller estelar. ¡Menudos cohetes! Está hasta el diseño
de una nave espacio-temporal con forma de cabina de teléfonos de la Policía de Londres que es
más grande por dentro que por fuera.