Barael descabalgó de su
escarabajo ante la solitaria Torre de Amaronte.
Ahora parecía aún más
solitaria sin aquella estrafalaria nube de algodón o sus agoreros Huginn y
Muninn[1],
insinuándose impúdica en un acto generoso de puertas abiertas.
Dubitativo, Barael aceptó la
oferta y entró, recibiendo, en forma de cálida acogida, las antorchas
encendidas del recibidor.
Parecía como si la torre,
profeta de su destino, anhelara que aquellos visitantes se sintieran plenamente
satisfechos. Hasta había calefactado las frías piedras de su estructura en un
acto de amor incondicional.
Los duendes, sorprendidos,
subieron por las escaleras hasta toparse con el recio portón de mármol. Al
igual que ocurriera con la entrada principal, éste se ofrecía ampliamente
displicente dejando contemplar los secretos de su interior en una muestra de
excesiva confianza.
En la estancia no había ni
rastro del brujo.
Barael miró incrédulo de un
lado para otro.
—¡Amaronte! —gritó.
>>¡Amaronte!
Su voz rebotó en las
estanterías y se perdió entre los anaqueles, haciendo cosquillas a ciertos
volúmenes en lo que sería una de sus últimas experiencias vitales.
Cauteloso, se acercó a la
mesa del nigromante y recogió de ella una pequeña redoma de cristal y una
amarillenta nota.
Esta última rezaba así:
<<Mis queridos
visitantes, me he largado. Lamento no haber podido recibiros pero tenía una
prisa espantosa. Al fin, el sobaco de rana del desierto ha dado sus frutos y he
podido invocar con sus pelos el portal al burdel más deseado de todo el
continente. Se dice que te hacen diabluras con un pato y 18 pelotas de golf.
Como comprenderéis, no iba a esperar ni por mi madre moribunda suplicándome un
vaso de agua.
Rellenad con el interior de
la redoma la porción del amuleto correspondiente y que os vaya muy bien. Lo
lamento, pero aunque pudiera hacer más por vosotros, no lo haría ni de coña.
Llegué aquí en uno de esos portales (son muy efímeros), y el sobaco de rana
tarda en crecer cerca de 150 años, así que, lo dicho:
Adiós, y que os la pique un
pollo que yo ya tendré con el pato y las tres zorras que me pienso calzar a
cuatro patas[2].
Amaronte. >>
Barael estrujó la nota
estupefacto. No sabía muy bien qué le indignaba más, si que aquel degenerado
les hubiese dejado plantados, o que no les llevara con él. Ya puestos, un
asuetito no les hubiera venido tan mal.
Con ira, cogió el frasco y
gritó sin apartarle la vista:
—¡Amaronteeeeeeeeee, eres un
hijo de perra!
La torre, disimuladamente y
medio silbando, empezó cerrar sus puertas…
[1] En la mitología nórdica, Huginn y Muninn,
o Hugin y Munin, son un par de cuervos asociados con el dios Odín. Hugin y Munin viajaban alrededor del
mundo recogiendo noticias e información para Odín. Hugin es el "pensamiento" y Munin la "memoria". Ambos eran enviados al alba a
recoger información y regresaban por la tarde. Se posaban en los hombros del
dios y susurraban a sus oídos todas las noticias.
[2] Esto último, literalmente. Poción, poliformía y
del viejo crápula sólo quedará un viejo zorro listo para copular salvajemente.
Virtudes de ser un indecente brujo.
gracias
thanks
merci
спасибо
感謝
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спасибо
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dank
go raibh maith agat
спасибі
спасибі
(c) Rafael Heka ;-)
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