sábado, 15 de octubre de 2016

Crónicas Globulares Serial 23: —Lo siento...



Barael descabalgó de su escarabajo ante la solitaria Torre de Amaronte.
Ahora parecía aún más solitaria sin aquella estrafalaria nube de algodón o sus agoreros Huginn y Muninn[1], insinuándose impúdica en un acto generoso de puertas abiertas.
Dubitativo, Barael aceptó la oferta y entró, recibiendo, en forma de cálida acogida, las antorchas encendidas del recibidor.
Parecía como si la torre, profeta de su destino, anhelara que aquellos visitantes se sintieran plenamente satisfechos. Hasta había calefactado las frías piedras de su estructura en un acto de amor incondicional.
Los duendes, sorprendidos, subieron por las escaleras hasta toparse con el recio portón de mármol. Al igual que ocurriera con la entrada principal, éste se ofrecía ampliamente displicente dejando contemplar los secretos de su interior en una muestra de excesiva confianza.
En la estancia no había ni rastro del brujo.
Barael miró incrédulo de un lado para otro.
—¡Amaronte! —gritó.
>>¡Amaronte!
Su voz rebotó en las estanterías y se perdió entre los anaqueles, haciendo cosquillas a ciertos volúmenes en lo que sería una de sus últimas experiencias vitales.
Cauteloso, se acercó a la mesa del nigromante y recogió de ella una pequeña redoma de cristal y una amarillenta nota.
Esta última rezaba así:
<<Mis queridos visitantes, me he largado. Lamento no haber podido recibiros pero tenía una prisa espantosa. Al fin, el sobaco de rana del desierto ha dado sus frutos y he podido invocar con sus pelos el portal al burdel más deseado de todo el continente. Se dice que te hacen diabluras con un pato y 18 pelotas de golf. Como comprenderéis, no iba a esperar ni por mi madre moribunda suplicándome un vaso de agua.
Rellenad con el interior de la redoma la porción del amuleto correspondiente y que os vaya muy bien. Lo lamento, pero aunque pudiera hacer más por vosotros, no lo haría ni de coña. Llegué aquí en uno de esos portales (son muy efímeros), y el sobaco de rana tarda en crecer cerca de 150 años, así que, lo dicho:
Adiós, y que os la pique un pollo que yo ya tendré con el pato y las tres zorras que me pienso calzar a cuatro patas[2].
Amaronte. >>
Barael estrujó la nota estupefacto. No sabía muy bien qué le indignaba más, si que aquel degenerado les hubiese dejado plantados, o que no les llevara con él. Ya puestos, un asuetito no les hubiera venido tan mal.
Con ira, cogió el frasco y gritó sin apartarle la vista:
—¡Amaronteeeeeeeeee, eres un hijo de perra!
La torre, disimuladamente y medio silbando, empezó cerrar sus puertas


[1] En la mitología nórdica, Huginn y Muninn, o Hugin y Munin, son un par de cuervos asociados con el dios Odín. Hugin y Munin viajaban alrededor del mundo recogiendo noticias e información para Odín. Hugin es el "pensamiento" y Munin la "memoria". Ambos eran enviados al alba a recoger información y regresaban por la tarde. Se posaban en los hombros del dios y susurraban a sus oídos todas las noticias.
[2] Esto último, literalmente. Poción, poliformía y del viejo crápula sólo quedará un viejo zorro listo para copular salvajemente. Virtudes de ser un indecente brujo.


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(c) Rafael Heka ;-)


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