Los tremendos temblores hicieron que las
guardias se personaran de inmediato presas del patriotismo exacerbado que
corría por cada una de sus venas.
No era para menos: los Jardines Fresados del
Palacio de Rubí eran admirados en todo el país de Roja. Desde la pomposa ciudad
de Barras de Labios, hasta la rural urbe de Los Tomates, no había vergel más
bello y apetitoso. De hecho, hubo duendes (cuando los machos pastaban libres
por aquellos predios) a los que se les hacía un nudo de desconcierto en plena nuez
al entrar su estómago en conflicto con los ojos. Se les inflamaba y todo. Los
tenían que internar, figuraos[1].
Una verdadera locura…
Claro, ante esto, tamaña maravilla (capaz
además de agilipollar al enemigo) había de ser objeto indiscutible de un neurasténico
control[2]
y de un agresivo protocolo de actuación que ya empezaba a manifestarse en forma
de un montón de duendas acordonando milimétricamente la zona mientras un par de
enormes gatos persas husmeaban sádicamente complacidos.
Las palpitaciones (en general) aumentaron.
En respuesta, una de las guardias cogió un
cuerno que llevaba colgado a la espalda y sopló por él.
La señal de peligro barrió el recinto y al
momento apareció otro destacamento de guardias con más cara de bestias, armas
más gordas y unas monturas-gato llenas de terroríficas cicatrices de combate.
Lo que fuera que estaba provocando aquel destrozo lo iba a llevar claro. Eso
seguro.
De repente, para sorpresa de todos, la
tierra pareció elevarse.
En acto reflejo, los felinos despejaron la
zona con rápidos saltos adoptando una actitud de combate. El terreno continuó
elevándose, reventando finalmente víctima de la eclosión de un extraño objeto
metálico con forma de cono.
Las duendas se miraron unas a otras y los
felinos movieron sus colas preparándose para atacar.
El terremoto, entonces, cesó.
Con ello también parte de la incertidumbre.
No se puede escamochar aquello que no se ve…
Las guardias descabalgaron y se aproximaron
blandiendo sus gruesas cimitarras. Enseguida echaron un pie atrás. Del
montículo se estaba abriendo una especie de escotilla con el característico
sonido de la despresurización, totalmente desconocido para ellas.
Aterrorizadas, empuñaron sus picas. No
podían imaginar qué monstruosidad era aquella capaz de causar tamaño
estropicio, ni si sus intenciones eran las de terminar con su existencia de
forma cruel o estúpidamente extraña. Ver a Rjrrr salir vomitada por la
escotilla simplemente provocó un nudo general en el cerebro de todas. De hecho,
si se hubiera podido medir la expresión de imbecilidad que se les quedó
seguramente estaría muy por debajo de la de algunos ciudadanos de algunos
países (de algunos planetas) en su incrédulo descubrimiento de adónde va a
parar el dinero de sus impuestos[3].
Las guardias bajaron las picas (más bien se
les cayeron) y se acercaron.
Rjrrr ayudó a salir a Barael y a Néjrix.
Las guardias, que no sólo no estaban
acostumbradas a ver duendes en Roja, sino que nunca habían visto un duende de
piel negra, volvieron a empuñar las picas. El nudo, la incredulidad y la cara
de imbécil regresaron[4],
junto a un nuevo destacamento de guardias montadas.
Rjrrr, que sabía lo que se les avecinaba, se
encaró con las que portaban las picas diciendo:
—¡No tocar! ¡Ser amigos! ¡Sólo querer ver
reina!
Barael y Néjrix miraban a las guardias
asustados:
—¿Dónde estamos? —preguntó Néjrix en un
susurro.
—Creo que en el Palacio de Rubí —respondió
Barael.
—O sea, que para esto era —contestó el
duende negro levantando la voz.
—Sí. Si tu máquina podía detectar cualquier
mineral, estaba claro que podría detectar el rubí más grande de todo el país.
Puesto que debía presentarme aquí sin demora alguna, me pareció una buena idea.
—Pues a éstas no sé yo si les ocurre lo
mismo. —Y las señaló haciendo hincapié en su inquietante expresión de
desconfianza. Esa que acaba siempre con una irracional manta de palos previa, por
si acaso.
Las guardias, como entendiendo, se acercaron
más. Querían cerciorarse de algo.
Rjrrr se mostraba inquieta y a Barael le
pareció que les miraban demasiado.
Estaba claro que resultaban más raros que un
político o un abogado a las puertas de San Pedro pero…
Lo que vino después no se lo hubiera
esperado ni un guionista de Gran Hermano[5]: De
repente, las guardias que portaban las picas las dejaron caer en el suelo,
arrodillándose ante Rjrrr.
Sí, sí, pero es que después todo el
destacamento gatuno desmontó de sus felinos e, hincando una rodilla en el
suelo, obligaron a sus monturas a imitar el gesto.
Rjrrr no comprendía. Barael y Néjrix, menos
todavía[6].
—¿Qué pasar? —preguntó a sus compañeros.
Estos no sabían qué responder.
Del destacamento arrodillado se acercó una
duende vestida con un uniforme de pieles muy rojas. Diríase que era el uniforme
más rojo de todos.
Cuando llegó a la altura de Rjrrr, hincó su
rodilla en el suelo y, humildemente, le dijo extendiendo su mano:
—Majestad, acompáñenos, su madre la está
esperando[7].
* * *
Los dos duendes esperaban.
Se encontraban en una sala muy grande llena
de cuadros retratando la imagen de la reina Rojina en distintas épocas de su
vida. Destacaban los modelitos.
—¿Qué crees que nos harán? —preguntó Néjrix
nervioso sin dejar de ir y venir.
—Nada. Ya lo verás —le consoló convencido
Barael. Si Rjrrr era quien parecía ser, todo estaba bajo control.
En ese momento entró por una de las puertas
de la sala una empleada del servicio:
—Caballeros, pueden ustedes pasar.
Los duendes entraron por donde se les
indicaba accediendo al salón del trono.
El susodicho resultó ser una sala grande,
tallada (al igual que el resto del palacio) en el interior del rubí más grande
de Roja, y en cuyas paredes, las pieles, de infinitos tonos carmesí, hacían
(como no) las veces de prenda intercambiable en una proyección formal del
sentir filosófico de las duendas, con complementos florales y minerales.
Del techo, a modo de tiara, colgaba una
suntuosa araña repleta de rosas rojas.
Un espectáculo para los sentidos, fruto de
un decorador/tallador/modisto venido arriba.
Pero su funcionalidad no terminaba ahí: en
el fondo, aguardaban dos tronos y un par de bellezas.
En el más grande, de rubí, ágata y mármol
rojo, permanecía sentada la reina Rojina con su traje de ceremonia y una
agresiva mirada fruto de un maquillaje adecuado.
A su diestra, en otro algo más pequeño pero
semejante, una espléndida Rjrrr vestida con las ropas propias de una princesa
les miraba entre cómplice y sorprendida bajo una inesperada corona de mármol
rosa.
Los duendes se acercaron humildemente y se
arrodillaron ante ellas.
La reina habló, pronunciando una simple
palabra:
—Gracias.
Los duendes alzaron las miradas.
—¿Gracias? —dijeron sorprendidos, mirándose
el uno al otro.
—Sí. Gracias. Gracias por devolverme a mi
hija sana y salva.
Barael, sabiendo que era una incorrección,
preguntó:
—Majestad. ¿Podría explicarse? Ni mi compañero
ni yo sabemos a qué viene todo esto; no entendemos…
—Mi querido Brel.
—Barael, Majestad —corrigió.
A Rjrrr se le escapó una estúpida sonrisa de
culpabilidad. El atuendo y el cargo parecían haberla enviado un par de peldaños
más abajo en la escalera del raciocinio de un rápido puntapié en las posaderas.
—Mi querido Barael —comenzó de nuevo la reina
esperando no volver a ser interrumpida pues pretendía extenderse—. Hace ya
muchos años el rey Rojnald y yo engendramos a la aquí presente Rejinalda.
Barael ahogó como pudo la carcajada
ayudándose de un solapado pellizco en los testículos.
—Después —siguió la monarca tragándose el
orgullo de madre—, los dos, por motivos que ahora no vienen al caso[8],
nos separamos. A pesar de ello prometimos cuidar de Rejinalda[9]
a periodos iguales para que ella no sintiera la falta de ninguno de ambos. Lamentablemente,
un fatídico día en el que, siendo ella muy pequeña, era transportada a Rojo,
una bandada de carroñeros atacó el destacamento y la pequeña Rejinalda[10]
desapareció.
>>Desde entonces, y manteniendo
férreamente la esperanza a lo largo de los años, su padre y yo la estuvimos
buscamos. Hace mucho tiempo que agotamos todos los recursos perdiendo la
esperanza de encontrarla con vida… —Y mirándola con cariño, concluyó
emocionada—. No sé cómo habéis podido dar con ella, ni cómo ella logró
sobrevivir a aquellos pájaros asesinos, pero gracias. Gracias a los dos. Por
muchos años que pasen nunca os podré estar del todo agradecida. Pedidme lo que
queráis. Vuestros deseos serán órdenes para mí.
Barael se sacó las manos del pantalón y
comenzó:
—Verá Majestad, yo realmente venía a verla
pues he de pedirle un pequeño favor.
—Pídeme lo que quieras.
—…, necesitaba saber si usted podría decirme
por qué el Blanco es el más importante de los colores.
La reina se quedó paralizada. Rjrrr —y creo
sinceramente que en beneficio de vuestras gónadas deberíamos seguir llamándola
así— la miró no entendiendo la pregunta.
Después, Rojina suspiró, respondiendo
decepcionada:
—No lo sé, hijo. Lo siento.
Barael, que ya esperaba empezar a llegar a
alguna parte con aquello, bajó la vista y permaneció en silencio.
La reina Rojina lo examinó entonces con
detalle. Reconociéndolo, exclamó:
—Después de formulada tu pregunta, y ahora
que te observo bien, veo que eres el duende blanco del que tanto me han hablado.
Barael se quedó estupefacto.
La reina continuó:
—Sí, se dice que serás el que traiga la paz
a todo el Continente Estrellado. De hecho, me han llegado rumores de tus
hazañas en otros países.
Ahora fue Néjrix quien miró a Barael
asombrado.
Barael le quitó hierro al asunto:
—Sólo he hecho lo que me ha parecido justo
en todo momento.
La reina asintió admirando su humildad.
—Majestad, ¿puedo pedirle otro favor?
—aprovechó entonces el duende blanco.
—Sin ningún reparo. Ya que no he podido
complacerte el primero…
—Me gustaría que escoltaran a mi compañero a
su país de origen. Él más que nadie ha hecho posible que su hija esté aquí
ahora mismo.
Néjrix le miró de reojo agradecido.
La reina respondió:
—Por supuesto. Pero antes tendrá que
explicarme cómo funciona ese artilugio suyo. —Y le miró enigmática.
A Néjrix se le escapó una contagiosa
carcajada. La risa, brotó tontamente entre los presentes.
Ranura, que no se había perdido ni una coma
desde el principio, desapareció canturreando para sí:
Tú lo que quieres es que te coma el tigre,
que te coma el tigre, TUS CARNES MORENAS… JA, JA, JA.
[1] Tras arduas investigaciones se llegó a la
conclusión de que era una cuestión inherente a la propia morfología duendil:
Todo el mundo sabe que los especímenes masculinos carecen de la capacidad
necesaria para realizar dos cosas a la vez.
[2] Como sólo un espécimen femenino puede
desarrollar.
[3] Se hablaba de uno, un tal Mugñol, que
supuestamente había estado trescientos años robando de la caja mundial de un
planeta llamado Kat-al-Huña de forma flagrante, organizada e insultante. Pero
bueno, ESTO es ciencia ficción, ¿no?
[4] ¡Anda!, como a los Kat-al-Hanes al descubrir el aforamiento
de todos estos chorizos. Aforar: Capacidad de determinados hijos de la gran
puta para no poder ser juzgados por determinados delitos (que comenzarán a
perpetrar una vez ostenten dicho aforamiento), aplicada en virtud de una ley
previa y modificada por ellos mismos (o sus compinches -que ya se lo cobrarán-)
al amparo vil de cuanta premeditación haga falta. Lástima no poder aforarles
como en las construcciones de Velmis-V; allí lo hacen por detrás y con un
taladro de 30.000 dientes…
[5] Efectivamente: he dicho guionista, ja, ja, ja.
Quiero contaros un secreto: Gran Hermano no lo inventasteis vosotros; En un
principio era un método de tortura. Algo así como el Sálvame o ciertos
programas de Emma García. Reprogramación subjetiva de masas con fines de
colonización encubierta. Lo típico. Una historia muy vieja que en vuestro
planeta alguien muy listo supo rentabilizar. Vamos, lo ven hasta en Wonder.
¡Eh!, que eso es un triunfo, allí son todos ciegos.
[6] Como cuando en la primera gala se expulsa al
mejor concursante de la edición: el más educado, el más correcto. ¡GUIÓN! TODO
GUIÓN. Hay que dejar a los cabrones, a los que nos hacen pegarnos a la pantalla
para ver si se hostian o se destripan con saña. ¿Os acordáis de la masacre de
la 57 edición en Omicrón-12? Qué desproporción…
[7] ¡Conectamos con la casa!, ja, ja, ja. Veréis lo
que tarda ésta en aforarse. Si es que…
[8] (Pero que pueden resumirse sucintamente en una
falta de frungimiento y una incompatibilidad declarada de géneros).
[9] Nuevo pellizco.
[10] Cambio de banda.
(c) Rafael Heka ;-)