sábado, 3 de junio de 2017

Crónicas Globulares 47: El regreso de la princesa


Los tremendos temblores hicieron que las guardias se personaran de inmediato presas del patriotismo exacerbado que corría por cada una de sus venas.
No era para menos: los Jardines Fresados del Palacio de Rubí eran admirados en todo el país de Roja. Desde la pomposa ciudad de Barras de Labios, hasta la rural urbe de Los Tomates, no había vergel más bello y apetitoso. De hecho, hubo duendes (cuando los machos pastaban libres por aquellos predios) a los que se les hacía un nudo de desconcierto en plena nuez al entrar su estómago en conflicto con los ojos. Se les inflamaba y todo. Los tenían que internar, figuraos[1]. Una verdadera locura…
Claro, ante esto, tamaña maravilla (capaz además de agilipollar al enemigo) había de ser objeto indiscutible de un neurasténico control[2] y de un agresivo protocolo de actuación que ya empezaba a manifestarse en forma de un montón de duendas acordonando milimétricamente la zona mientras un par de enormes gatos persas husmeaban sádicamente complacidos.
Las palpitaciones (en general) aumentaron.
En respuesta, una de las guardias cogió un cuerno que llevaba colgado a la espalda y sopló por él.
La señal de peligro barrió el recinto y al momento apareció otro destacamento de guardias con más cara de bestias, armas más gordas y unas monturas-gato llenas de terroríficas cicatrices de combate. Lo que fuera que estaba provocando aquel destrozo lo iba a llevar claro. Eso seguro.
De repente, para sorpresa de todos, la tierra pareció elevarse.
En acto reflejo, los felinos despejaron la zona con rápidos saltos adoptando una actitud de combate. El terreno continuó elevándose, reventando finalmente víctima de la eclosión de un extraño objeto metálico con forma de cono.
Las duendas se miraron unas a otras y los felinos movieron sus colas preparándose para atacar.
El terremoto, entonces, cesó.
Con ello también parte de la incertidumbre. No se puede escamochar aquello que no se ve… 
Las guardias descabalgaron y se aproximaron blandiendo sus gruesas cimitarras. Enseguida echaron un pie atrás. Del montículo se estaba abriendo una especie de escotilla con el característico sonido de la despresurización, totalmente desconocido para ellas.
Aterrorizadas, empuñaron sus picas. No podían imaginar qué monstruosidad era aquella capaz de causar tamaño estropicio, ni si sus intenciones eran las de terminar con su existencia de forma cruel o estúpidamente extraña. Ver a Rjrrr salir vomitada por la escotilla simplemente provocó un nudo general en el cerebro de todas. De hecho, si se hubiera podido medir la expresión de imbecilidad que se les quedó seguramente estaría muy por debajo de la de algunos ciudadanos de algunos países (de algunos planetas) en su incrédulo descubrimiento de adónde va a parar el dinero de sus impuestos[3].
Las guardias bajaron las picas (más bien se les cayeron) y se acercaron.
Rjrrr ayudó a salir a Barael y a Néjrix.
Las guardias, que no sólo no estaban acostumbradas a ver duendes en Roja, sino que nunca habían visto un duende de piel negra, volvieron a empuñar las picas. El nudo, la incredulidad y la cara de imbécil regresaron[4], junto a un nuevo destacamento de guardias montadas.
Rjrrr, que sabía lo que se les avecinaba, se encaró con las que portaban las picas diciendo:
—¡No tocar! ¡Ser amigos! ¡Sólo querer ver reina!
Barael y Néjrix miraban a las guardias asustados:
—¿Dónde estamos? —preguntó Néjrix en un susurro.
—Creo que en el Palacio de Rubí —respondió Barael.
—O sea, que para esto era —contestó el duende negro levantando la voz.
—Sí. Si tu máquina podía detectar cualquier mineral, estaba claro que podría detectar el rubí más grande de todo el país. Puesto que debía presentarme aquí sin demora alguna, me pareció una buena idea.
—Pues a éstas no sé yo si les ocurre lo mismo. —Y las señaló haciendo hincapié en su inquietante expresión de desconfianza. Esa que acaba siempre con una irracional manta de palos previa, por si acaso
Las guardias, como entendiendo, se acercaron más. Querían cerciorarse de algo.
Rjrrr se mostraba inquieta y a Barael le pareció que les miraban demasiado.
Estaba claro que resultaban más raros que un político o un abogado a las puertas de San Pedro pero…
Lo que vino después no se lo hubiera esperado ni un guionista de Gran Hermano[5]: De repente, las guardias que portaban las picas las dejaron caer en el suelo, arrodillándose ante Rjrrr.
Sí, sí, pero es que después todo el destacamento gatuno desmontó de sus felinos e, hincando una rodilla en el suelo, obligaron a sus monturas a imitar el gesto.
Rjrrr no comprendía. Barael y Néjrix, menos todavía[6].
—¿Qué pasar? —preguntó a sus compañeros.
Estos no sabían qué responder.
Del destacamento arrodillado se acercó una duende vestida con un uniforme de pieles muy rojas. Diríase que era el uniforme más rojo de todos.
Cuando llegó a la altura de Rjrrr, hincó su rodilla en el suelo y, humildemente, le dijo extendiendo su mano:
—Majestad, acompáñenos, su madre la está esperando[7].

* * *

Los dos duendes esperaban.
Se encontraban en una sala muy grande llena de cuadros retratando la imagen de la reina Rojina en distintas épocas de su vida. Destacaban los modelitos.
—¿Qué crees que nos harán? —preguntó Néjrix nervioso sin dejar de ir y venir.
—Nada. Ya lo verás —le consoló convencido Barael. Si Rjrrr era quien parecía ser, todo estaba bajo control.
En ese momento entró por una de las puertas de la sala una empleada del servicio:
—Caballeros, pueden ustedes pasar.
Los duendes entraron por donde se les indicaba accediendo al salón del trono.
El susodicho resultó ser una sala grande, tallada (al igual que el resto del palacio) en el interior del rubí más grande de Roja, y en cuyas paredes, las pieles, de infinitos tonos carmesí, hacían (como no) las veces de prenda intercambiable en una proyección formal del sentir filosófico de las duendas, con complementos florales y minerales.
Del techo, a modo de tiara, colgaba una suntuosa araña repleta de rosas rojas. 
Un espectáculo para los sentidos, fruto de un decorador/tallador/modisto venido arriba.
Pero su funcionalidad no terminaba ahí: en el fondo, aguardaban dos tronos y un par de bellezas.
En el más grande, de rubí, ágata y mármol rojo, permanecía sentada la reina Rojina con su traje de ceremonia y una agresiva mirada fruto de un maquillaje adecuado.
A su diestra, en otro algo más pequeño pero semejante, una espléndida Rjrrr vestida con las ropas propias de una princesa les miraba entre cómplice y sorprendida bajo una inesperada corona de mármol rosa.
Los duendes se acercaron humildemente y se arrodillaron ante ellas.
La reina habló, pronunciando una simple palabra:
—Gracias.
Los duendes alzaron las miradas.
—¿Gracias? —dijeron sorprendidos, mirándose el uno al otro.
—Sí. Gracias. Gracias por devolverme a mi hija sana y salva.
Barael, sabiendo que era una incorrección, preguntó:
—Majestad. ¿Podría explicarse? Ni mi compañero ni yo sabemos a qué viene todo esto; no entendemos…
—Mi querido Brel.
—Barael, Majestad —corrigió.
A Rjrrr se le escapó una estúpida sonrisa de culpabilidad. El atuendo y el cargo parecían haberla enviado un par de peldaños más abajo en la escalera del raciocinio de un rápido puntapié en las posaderas.
—Mi querido Barael —comenzó de nuevo la reina esperando no volver a ser interrumpida pues pretendía extenderse—. Hace ya muchos años el rey Rojnald y yo engendramos a la aquí presente Rejinalda.
Barael ahogó como pudo la carcajada ayudándose de un solapado pellizco en los testículos.
—Después —siguió la monarca tragándose el orgullo de madre—, los dos, por motivos que ahora no vienen al caso[8], nos separamos. A pesar de ello prometimos cuidar de Rejinalda[9] a periodos iguales para que ella no sintiera la falta de ninguno de ambos. Lamentablemente, un fatídico día en el que, siendo ella muy pequeña, era transportada a Rojo, una bandada de carroñeros atacó el destacamento y la pequeña Rejinalda[10] desapareció.
>>Desde entonces, y manteniendo férreamente la esperanza a lo largo de los años, su padre y yo la estuvimos buscamos. Hace mucho tiempo que agotamos todos los recursos perdiendo la esperanza de encontrarla con vida… —Y mirándola con cariño, concluyó emocionada—. No sé cómo habéis podido dar con ella, ni cómo ella logró sobrevivir a aquellos pájaros asesinos, pero gracias. Gracias a los dos. Por muchos años que pasen nunca os podré estar del todo agradecida. Pedidme lo que queráis. Vuestros deseos serán órdenes para mí.
Barael se sacó las manos del pantalón y comenzó:
—Verá Majestad, yo realmente venía a verla pues he de pedirle un pequeño favor.
—Pídeme lo que quieras.
—…, necesitaba saber si usted podría decirme por qué el Blanco es el más importante de los colores.
La reina se quedó paralizada. Rjrrr —y creo sinceramente que en beneficio de vuestras gónadas deberíamos seguir llamándola así— la miró no entendiendo la pregunta.
Después, Rojina suspiró, respondiendo decepcionada:
—No lo sé, hijo. Lo siento.
Barael, que ya esperaba empezar a llegar a alguna parte con aquello, bajó la vista y permaneció en silencio.
La reina Rojina lo examinó entonces con detalle. Reconociéndolo, exclamó:
—Después de formulada tu pregunta, y ahora que te observo bien, veo que eres el duende blanco del que tanto me han hablado.
Barael se quedó estupefacto.
La reina continuó:
—Sí, se dice que serás el que traiga la paz a todo el Continente Estrellado. De hecho, me han llegado rumores de tus hazañas en otros países.
Ahora fue Néjrix quien miró a Barael asombrado.
Barael le quitó hierro al asunto:
—Sólo he hecho lo que me ha parecido justo en todo momento.
La reina asintió admirando su humildad.
—Majestad, ¿puedo pedirle otro favor? —aprovechó entonces el duende blanco.
—Sin ningún reparo. Ya que no he podido complacerte el primero…
—Me gustaría que escoltaran a mi compañero a su país de origen. Él más que nadie ha hecho posible que su hija esté aquí ahora mismo.
Néjrix le miró de reojo agradecido.
La reina respondió:
—Por supuesto. Pero antes tendrá que explicarme cómo funciona ese artilugio suyo. —Y le miró enigmática.
A Néjrix se le escapó una contagiosa carcajada. La risa, brotó tontamente entre los presentes.
Ranura, que no se había perdido ni una coma desde el principio, desapareció canturreando para sí:
Tú lo que quieres es que te coma el tigre, que te coma el tigre, TUS CARNES MORENAS… JA, JA, JA.



[1] Tras arduas investigaciones se llegó a la conclusión de que era una cuestión inherente a la propia morfología duendil: Todo el mundo sabe que los especímenes masculinos carecen de la capacidad necesaria para realizar dos cosas a la vez.   
[2] Como sólo un espécimen femenino puede desarrollar.   
[3] Se hablaba de uno, un tal Mugñol, que supuestamente había estado trescientos años robando de la caja mundial de un planeta llamado Kat-al-Huña de forma flagrante, organizada e insultante. Pero bueno, ESTO es ciencia ficción, ¿no?   
[4] ¡Anda!, como a los Kat-al-Hanes al descubrir el aforamiento de todos estos chorizos. Aforar: Capacidad de determinados hijos de la gran puta para no poder ser juzgados por determinados delitos (que comenzarán a perpetrar una vez ostenten dicho aforamiento), aplicada en virtud de una ley previa y modificada por ellos mismos (o sus compinches -que ya se lo cobrarán-) al amparo vil de cuanta premeditación haga falta. Lástima no poder aforarles como en las construcciones de Velmis-V; allí lo hacen por detrás y con un taladro de 30.000 dientes…     
[5] Efectivamente: he dicho guionista, ja, ja, ja. Quiero contaros un secreto: Gran Hermano no lo inventasteis vosotros; En un principio era un método de tortura. Algo así como el Sálvame o ciertos programas de Emma García. Reprogramación subjetiva de masas con fines de colonización encubierta. Lo típico. Una historia muy vieja que en vuestro planeta alguien muy listo supo rentabilizar. Vamos, lo ven hasta en Wonder. ¡Eh!, que eso es un triunfo, allí son todos ciegos.  
[6] Como cuando en la primera gala se expulsa al mejor concursante de la edición: el más educado, el más correcto. ¡GUIÓN! TODO GUIÓN. Hay que dejar a los cabrones, a los que nos hacen pegarnos a la pantalla para ver si se hostian o se destripan con saña. ¿Os acordáis de la masacre de la 57 edición en Omicrón-12? Qué desproporción…    
[7] ¡Conectamos con la casa!, ja, ja, ja. Veréis lo que tarda ésta en aforarse. Si es que…     
[8] (Pero que pueden resumirse sucintamente en una falta de frungimiento y una incompatibilidad declarada de géneros).     
[9] Nuevo pellizco.     
[10] Cambio de banda.


(c) Rafael Heka ;-)