Dos
monjes encapuchados caminaban por los lindes de Civitadeux.
Era
de noche, hacía fresco y, por lo visto, les apetecía andar.
En su
deambular estúpido por el suelo de Verdol, escucharon unos susurros a los que
extrañados acudieron.
Antes
de llegar, aquellos iniciales murmullos, ahogados y lastimeros, se tornaron de
repente en gritos de auxilio solícitos y quejumbrosos, dignos de lo que no
podían ser más que almas dadivosas y abiertas de corazón.
Los monjes apretaron el paso cuanto sus rechonchas
carnes les permitían, recorrieron varios metros y se encontraron
inesperadamente con el cuerpo magullado y aterido del hermano Vesperio.
Ambos se hicieron un manojo de alabanzas
divinas.
Vesperio les dijo cansadamente:
—Ayudadme, hermanos; por favor… ayudadme. —Y
se desmayó.
Los duendes le recogieron gritando:
—Dindorx nos lo ha devuelto. Dindorx nos lo
ha devuelto.
Lo dicho: eran totalmente estúpidos…
Bueno, vale, gilipollas perdidos.
Que sí hombre, que sí. Tendíais que ver el
reguero de gaseosa que salía de los bajos de sus sotanas. Un poco más y se
privan totalmente.
* * *
Al despertar se encontró en unos ricos
aposentos dentro de una cómoda y glamurosa cama.
Ante su inicial intento de incorporación, un
seboso hermano[1]
que reposaba en una banqueta cercana intentó obligarle a recostarse.
Vesperio, tozudo, le mandó a hacer gárgaras
y se levantó.
Se colocó su sayo y llamó a otro criado.
Éste, tan delgado como una sílfide[2],
entró en la estancia y le preguntó:
—¿Qué desea, Su Santidad?
—Ensilladme una avispa, parto para la
colmena.
* * *
La sala era austera; la luz, escasa; las
paredes frías y el suelo gélido.
Los cinco duendes, vestidos con túnicas
verde oscuro, miraban fijamente a Vesperio:
—¿Está usted seguro del lugar, Hermano?
—preguntó uno de ellos.
—Como de que ahora estoy aquí.
>>Es Vrícuit, seguro.
El más delgado de todos, un duende con la
piel muy clara, dijo:
—Vrícuit lleva abandonada miles de años.
Nadie puede vivir allí.
—Pues es Vrícuit. Allí, metidos en ese falso
islote, viven los rebeldes —sentenció Vesperio.
—¿Cómo entraremos, Su Santidad? —preguntó
otro túnica verde completamente calvo.
Vesperio les relató que el lugar había sido
reformado y que se tenía que entrar a través de un cráter situado en lo alto
del islote, fruto de un pepinazo que les estalló en la Guerra de los Colores.
—Si les atacamos por sorpresa taponando con
nuestras huestes el cráter no podrán salir y tendrán que rendirse. Claro, que
si no lo hicieran, nos sería más difícil a nosotros terminar con ellos que a
ellos terminar con nosotros —comentó uno de los miméticos.
—El elemento sorpresa les desconcertará
—aclaró Vesperio excitado.
La conversación continuó fluida. Vesperio
les expuso el plan con calma.
Los túnicas verdes lo estudiaron, no
teniendo más remedio que convencerse de que todo aquello había sido un golpe de
suerte.
—Hermano Vesperio, mañana partiremos para Vrícuit.
La guerra está sentenciada —dijeron los cinco al unísono.
Vesperio se frotó las manos y exclamó
enérgico:
—De acuerdo, pero yo les guiare comandando
el ataque.
—Su Santidad —señalaron los cinco—, no creo
que sea una buena idea. Está usted convaleciente, además…
—¡Es una orden! —proclamó Vesperio—. He de
ser yo quien encabece la santificación de los infieles y quien vengue la ofensa
recibida a MÍ y a MI PUEBLO.
Los cuerpos de los cinco túnicas verdes
chocaron los talones de sus sandalias y asintieron con la cabeza retirándose
humildemente.
Tres horas más tarde, ya con el esfínter
relajado y revertido a su estado natural, devolvieron los mandos a sus
legítimos dueños, exhaustos tras aquel nuevo acceso incontrolado de ardor genuflexivo
y flagelador.
* * *
—Hermanos —comenzó el hermano Vesperio desde
su púlpito—: Mañana será un nuevo día para Civitadeux y para Verdol. Mañana,
¡ACABAREMOS CON LOS INFIELES!
Los monjes llenaron de aplausos la catedral.
Tomando aliento, mesó sus bigotes y
continuó:
—El mismísimo Dindorx me sacó de Vrícuit
depositándome aquí en un acto de suma bondad, inteligencia y deseo de orden.
¿Queréis saber lo que me dijo?
Los monjes chillaron como locos:
—SÍÍIIIIIIIiii…
—Pues que el mundo nos pertenecía, que
nuestra postura ERA LA CORRECTA —masa enfervorecida— y que era liberado con la
expresa misión de informaros de que debemos acabar con la ciudad de Vrícuit,
evangelizando a todos los duendes rebeldes que hallemos en nuestro camino.
>>Hermanos —siguió—: Mañana partiremos
en nuestro ejército de avispas hacia la ciudad de los impíos. Os rogaría que
fuerais diligentes en cumplir con vuestro Dios. ¡Será un día glorioso!
Los duendes reventaron en una expansiva ola
de agresivos aplausos hacia un Vesperio que, bajando altivo de su púlpito,
desapareció de la catedral sin decir una sola palabra más.
Se van a enterar éstos…
[1] El encargado de atender los expedientes de los
duendes infieles convertidos o convertibles.
[2] El encargado de limpiar las letrinas de los reos
condenados.
gracias
thanks
merci
спасибо
go raibh maith agat
dank
thanks
merci
спасибо
go raibh maith agat
dank
感謝
спасибі
спасибі
(c) Rafael Heka ;-)
No hay comentarios:
Publicar un comentario