Comienza la fiesta... Ahora sí ;-)
El treinta
y uno de diciembre del 2013, Carla Villanueva decidió desde el asiento del
conductor de su viejo Ford Fiesta del 75 que su vida era una mierda.
Tal era la
magnitud de su desasosiego, que el maletero de su azulada antigualla albergaba
una madeja de cuerda con el propósito de pender de ella su inerte cuerpo en
cuanto la noche de aquel martes acogiera a todos en los cálidos senos de la
embriaguez fiestera.
Carla tenía
38 años, un trabajo pútrido en el Museo del Oricio[1]
de Gijón extrayendo gónadas de equinodermo por el que apenas ganaba lo
suficiente para gasolina, una hipoteca de la que debía tres meses y un marido
borrachuzo y finalizante de paro que además le ponía los cuernos con su mejor
amiga.
¿Podría
haber algo más estimulante para mantenerse aferrado a la existencia?
Carla
sonrió.
Por alguna
extraña razón había deambulado con la mente en blanco comprado objetos de lo
más extraño:
Una cuerda,
un microondas, cinco litros de gasolina en una garrafa desechable, diez
paquetes de cigarrillos Ducados y una cinta de Led Zepelling.
Apenas eran
las ocho de la tarde, su coche la miraba con ojitos tristes desde el húmedo
parking socavado bajo el Club Náutico de Gijón, y en media hora tenía que
presentarse en su puesto de trabajo al final del paseo marítimo.
Con
dramática parsimonia metió la cinta en el cassette, arrancó el coche, y puso
rumbo a los acantilados somienses[2] de La Providencia.
* * *
Los primeros brotes de anarcohippismo globular se produjeron allá por la Edad Media Galáctica. Concretamente, entre los años 100030005000.60 y 100050006000.89 de la Era Boliana. Por aquel entonces, la galaxia permanecía aún inmersa en cruentos conflictos con la galaxia anillo Nibelunguen, y entre ambas ideaban pérfidas estrategias para hacerse con el poder. Una de las peores fue la que desembocó en la epidemia conocida como Peste Burocrática.
La Peste
Burocrática, supuestamente llegada a la galaxia globular en 100045005623.76
oculta en los algoritmos de un carguero anular, resultaba ser una viral suerte
de normativas de amabilidad tal, que pronto todas las civilizaciones querían
acatarlas. Acatarlas y ampliarlas, generando una estructura legal tan opresiva
que anulaba la libertad y el libre albedrío individual.
En tan sólo
3000.34 años, el 80% de la galaxia se había convertido en un dinosaurio
normativo incapaz de realizar ninguna acción sin 275.000 formalidades
administrativas.
Hubo un
planeta que vio todo esto venir y se plantó unilateralmente. Acuarius, el
vergel esplendoroso de los Elfos Globulares, dijo que no. Que no había objeto
más preciado en el universo que la libertad, y que se podían ir todas las
normativas a tomar por el culo.
Dado a que
aquello era imparable, y la anarquía no tiene cabida en ningún régimen social,
los elfos de Acuarius decidieron dejarse los pelos largos y diseminarse
secretamente en comunas inexistentes por toda la galaxia desde donde poder
vivir en paz ajenos a los dictados de otros.
Una de
aquellas comunas resultó el hogar de Beriadol.
* * *
La magia es caprichosa y tiene muchos caminos.
Beriadol no
tenía ni puta idea de cuál era el suyo, pero esa noche, parecía ser la noche.
Desde que
llegara a aquella isla secreta oculta a los ojos de los duendes del Continente
Estrellado, los elfos-magos le habían enseñado toda clase de mancias y
encantamientos sin que al duende le pareciera suficiente.
No,
realmente no lo era.
Beriadol
había desembarcado con su pobre madre en el islote y desde muy joven, gracias a
la férrea libertad con que les acogieron aquellos peludos hippies, supo que
quería ser mago.
Los elfos
le enseñaron, le guiaron, le moldearon, pero el duende blanco era consciente de
que aún faltaba lo más importante.
Los elfos
también, pero había de llegar el momento, y el momento era esa noche. Reunidos
todos alrededor de una brillante hoguera, Beriadol recibió su regalo de unción:
la silla.
* * *
Ya desde tiempo inmemorial se conocen vestigios de sillas élficas de Acuarius.
A simple
vista parecen simples sillones fraileros de piel y otros materiales
ecológicamente nobles, pero si escucháramos a los legajos más decrépitos y
antiguos de las bibliotecas más oscuras y tenebrosas jamás visitadas, los
oiríamos hablar de estos objetos de poder capaces de conectar a cada nigromante
con su auténtica esencia de poder mágico-cósmico.
Antes del
abandono de Acuarius, magos de toda la
galaxia acudían a solicitar el honor de recibir su silla sin apenas esperanzas,
pues de cada 1000 solicitudes, una sola era realmente merecedora del poder de
la magia.
¿Sería el
caso de Beriadol?
* * *
El duende blanco era ajeno a toda la historia de las sillas, de Acuarius y de la brillantez de una historia estelar ampliamente divertida.
Si no
hubiese sido así, seguramente su adolescente corazón no hubiera superado el
impacto de ser consciente de que aquello funcionaba.
Podía
haberlo deducido al ver caer a todos los elfos de rodillas extasiados ante el
prodigio, pero evidentemente, para hacer eso, no debería de estar con los ojos
en blanco mientras su alma recorría dimensiones espaciotemporales a la
velocidad de vértigo arrastrada por la fuerza de la corriente cósmica.
* * *
Cuando la conciencia de Beriadol recuperó su visión se encontró alojada de espectadora tras la de alguien que conducía un viejo Ford Fiesta del 75 serpenteando la ladera de una montaña.
Alguien
envenenado de tristeza.
A su
alrededor, la energía vital se disipaba como el agua vertida desde una cascada.
Pero todo
eso cambió de repente.
Carla
encendió el cassette.
* * *
¿Era
posible?
Estaba
claro que sí.
Tal como
antes la energía de aquel ser se viera perdida en torrentes de desolación, ahora revertía a su
anfitrión en fuertes oleadas de poder al ritmo del rock de Led Zeppelin en su
inicio del “Whole lotta love”.
Con la
letra, un creciente bombeo cósmico explotó dentro de sus consciencias.
You need coolin, baby I´m not foolin´
I´m gonna
send you back to schooling
Way down
inside honey, you need it,
I´m gonna
give you my love,
I´m gonna
give you my love.
Lo siguiente sucedió ya muy rápido.
Carla pegó
un volantazo, derrapó cambiando de sentido, y se precipitó enloquecida
carretera abajo hasta llegar a su apartamento de La Calzada en donde se
encontró a su novio esposado a la cama decúbito supino.
La otra salió
medio en pelotas, despavorida, escaleras abajo, mientras Carla le ataba los
genitales a su indefensa pareja con la cuerda, y precipitaba ésta por el balcón
con el microondas en el otro extremo.
Luego, montó
de nuevo en el Fiesta, salió zumbando al Museo del Oricio, y, desde la
intransitada trasera, lo roció con gasolina y le prendió fuego, lanzando por la
ventanilla el encendedor del coche, justo antes de dejar la mitad de los
neumáticos en la escapada.
En una
playa solitaria, cogió la bolsa de las cajetillas de tabaco, y descubrió el
rasca que regalaban por la compra.
Eran las
24:00 del 2013 o las 00:00 del 2014, como prefiráis.
Carla rascó
el boleto, y estalló en carcajadas.
* * *
La mirada de Beriadol, a su regreso, lo decía todo.
Tras los
largos pelos que los elfos ostentaban con valiente rebeldía, sus ojos
registraban el advenimiento de un gran mago.
Y así fue.
Beriadol se
hizo hombre, mago, y su poder se extendió al auspicio de la energía del rock y
sus derivados.
¿Es todo
esto relevante?
Apostad a
que sí.
[1] Erizo de mar.
[2] De Somió: Parroquia de Gijón.
gracias
thanks
merci
go raibh maith agat
спасибо
dank
感謝
спасибі
спасибі
(c) Rafael Heka ;-)
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