sábado, 3 de diciembre de 2016

Crónicas Globulares 30: Venga, el capítulo más importante. Like a Silver Rainbow


Comienza la fiesta... Ahora sí ;-)



El treinta y uno de diciembre del 2013, Carla Villanueva decidió desde el asiento del conductor de su viejo Ford Fiesta del 75 que su vida era una mierda.
Tal era la magnitud de su desasosiego, que el maletero de su azulada antigualla albergaba una madeja de cuerda con el propósito de pender de ella su inerte cuerpo en cuanto la noche de aquel martes acogiera a todos en los cálidos senos de la embriaguez fiestera.
Carla tenía 38 años, un trabajo pútrido en el Museo del Oricio[1] de Gijón extrayendo gónadas de equinodermo por el que apenas ganaba lo suficiente para gasolina, una hipoteca de la que debía tres meses y un marido borrachuzo y finalizante de paro que además le ponía los cuernos con su mejor amiga.
¿Podría haber algo más estimulante para mantenerse aferrado a la existencia? 
Carla sonrió.
Por alguna extraña razón había deambulado con la mente en blanco comprado objetos de lo más extraño:
Una cuerda, un microondas, cinco litros de gasolina en una garrafa desechable, diez paquetes de cigarrillos Ducados y una cinta de Led Zepelling.
Apenas eran las ocho de la tarde, su coche la miraba con ojitos tristes desde el húmedo parking socavado bajo el Club Náutico de Gijón, y en media hora tenía que presentarse en su puesto de trabajo al final del paseo marítimo.
Con dramática parsimonia metió la cinta en el cassette, arrancó el coche, y puso rumbo a los acantilados somienses[2] de La Providencia. 

* * *

Los primeros brotes de anarcohippismo globular se produjeron allá por la Edad Media Galáctica. Concretamente, entre los años 100030005000.60 y 100050006000.89 de la Era Boliana. Por aquel entonces, la galaxia permanecía aún inmersa en cruentos conflictos con la galaxia anillo Nibelunguen, y entre ambas ideaban pérfidas estrategias para hacerse con el poder. Una de las peores fue la que desembocó en la epidemia conocida como Peste Burocrática.
La Peste Burocrática, supuestamente llegada a la galaxia globular en 100045005623.76 oculta en los algoritmos de un carguero anular, resultaba ser una viral suerte de normativas de amabilidad tal, que pronto todas las civilizaciones querían acatarlas. Acatarlas y ampliarlas, generando una estructura legal tan opresiva que anulaba la libertad y el libre albedrío individual.
En tan sólo 3000.34 años, el 80% de la galaxia se había convertido en un dinosaurio normativo incapaz de realizar ninguna acción sin 275.000 formalidades administrativas.
Hubo un planeta que vio todo esto venir y se plantó unilateralmente. Acuarius, el vergel esplendoroso de los Elfos Globulares, dijo que no. Que no había objeto más preciado en el universo que la libertad, y que se podían ir todas las normativas a tomar por el culo.
Dado a que aquello era imparable, y la anarquía no tiene cabida en ningún régimen social, los elfos de Acuarius decidieron dejarse los pelos largos y diseminarse secretamente en comunas inexistentes por toda la galaxia desde donde poder vivir en paz ajenos a los dictados de otros.
Una de aquellas comunas resultó el hogar de Beriadol. 

* * *

La magia es caprichosa y tiene muchos caminos.
Beriadol no tenía ni puta idea de cuál era el suyo, pero esa noche, parecía ser la noche.
Desde que llegara a aquella isla secreta oculta a los ojos de los duendes del Continente Estrellado, los elfos-magos le habían enseñado toda clase de mancias y encantamientos sin que al duende le pareciera suficiente.
No, realmente no lo era.
Beriadol había desembarcado con su pobre madre en el islote y desde muy joven, gracias a la férrea libertad con que les acogieron aquellos peludos hippies, supo que quería ser mago.
Los elfos le enseñaron, le guiaron, le moldearon, pero el duende blanco era consciente de que aún faltaba lo más importante.
Los elfos también, pero había de llegar el momento, y el momento era esa noche.  Reunidos todos alrededor de una brillante hoguera, Beriadol recibió su regalo de unción: la silla.


* * *

Ya desde tiempo inmemorial se conocen vestigios de sillas élficas de Acuarius.
A simple vista parecen simples sillones fraileros de piel y otros materiales ecológicamente nobles, pero si escucháramos a los legajos más decrépitos y antiguos de las bibliotecas más oscuras y tenebrosas jamás visitadas, los oiríamos hablar de estos objetos de poder capaces de conectar a cada nigromante con su auténtica esencia de poder mágico-cósmico.
Antes del abandono de  Acuarius, magos de toda la galaxia acudían a solicitar el honor de recibir su silla sin apenas esperanzas, pues de cada 1000 solicitudes, una sola era realmente merecedora del poder de la magia.
¿Sería el caso de Beriadol?

* * *

El duende blanco era ajeno a toda la historia de las sillas, de Acuarius y de la brillantez de una historia estelar ampliamente divertida.
Si no hubiese sido así, seguramente su adolescente corazón no hubiera superado el impacto de ser consciente de que aquello funcionaba.
Podía haberlo deducido al ver caer a todos los elfos de rodillas extasiados ante el prodigio, pero evidentemente, para hacer eso, no debería de estar con los ojos en blanco mientras su alma recorría dimensiones espaciotemporales a la velocidad de vértigo arrastrada por la fuerza de la corriente cósmica.

* * *

Cuando la conciencia de Beriadol recuperó su visión se encontró alojada de espectadora tras la de alguien que conducía un viejo Ford Fiesta del 75 serpenteando la ladera de una montaña.
Alguien envenenado de tristeza.
A su alrededor, la energía vital se disipaba como el agua vertida desde una cascada.
Pero todo eso cambió de repente.
Carla encendió el cassette.

* * *

¿Era posible?
Estaba claro que sí.
Tal como antes la energía de aquel ser se viera perdida en  torrentes de desolación, ahora revertía a su anfitrión en fuertes oleadas de poder al ritmo del rock de Led Zeppelin en su inicio del “Whole lotta love”.
Con la letra, un creciente bombeo cósmico explotó dentro de sus consciencias.
You need coolin, baby I´m not foolin´
I´m gonna send you back to schooling
Way down inside honey, you need it,
I´m gonna give you my love,
I´m gonna give you my love.
Lo siguiente sucedió ya muy rápido.
Carla pegó un volantazo, derrapó cambiando de sentido, y se precipitó enloquecida carretera abajo hasta llegar a su apartamento de La Calzada en donde se encontró a su novio esposado a la cama decúbito supino.
La otra salió medio en pelotas, despavorida, escaleras abajo, mientras Carla le ataba los genitales a su indefensa pareja con la cuerda, y precipitaba ésta por el balcón con el microondas en el otro extremo.
Luego, montó de nuevo en el Fiesta, salió zumbando al Museo del Oricio, y, desde la intransitada trasera, lo roció con gasolina y le prendió fuego, lanzando por la ventanilla el encendedor del coche, justo antes de dejar la mitad de los neumáticos en la escapada.
En una playa solitaria, cogió la bolsa de las cajetillas de tabaco, y descubrió el rasca que regalaban por la compra.
Eran las 24:00 del 2013 o las 00:00 del 2014, como prefiráis.
Carla rascó el boleto, y estalló en carcajadas.

* * *

La mirada de Beriadol, a su regreso, lo decía todo.
Tras los largos pelos que los elfos ostentaban con valiente rebeldía, sus ojos registraban el advenimiento de un gran mago.
Y así fue.
Beriadol se hizo hombre, mago, y su poder se extendió al auspicio de la energía del rock y sus derivados.
¿Es todo esto relevante?
Apostad a que sí.


[1] Erizo de mar.
[2] De Somió: Parroquia de Gijón.

gracias
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спасибо
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(c) Rafael Heka ;-)

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