Allá por Junio de este año Doc Pastor me pidió que redactara una
colaboración para la revista La Encuadre.
—¿Qué necesitas? —pregunté.
— Nada —dijo—. Algo sencillo: un artículo sobre la homosexualidad en la
ciencia-ficción para nuestro número de Junio.
Eh voilá:
Tengo que reconocer que cuando me
pidieron que hablara de homosexualidad en la ciencia-ficción, lo primero que me
vino a la mente fue un retablo muy gráfico de todo lo contrario: Los
protagonistas victorianos de H. G. Wells, el musculado John Carter de Edgar Rice Burroughs, los estereotipos marcadamente heterosexuales
de Robert Heinlein, y, más que esos, los cachas abraza pin-ups de Amazing Stories,
propios de una era pulp
norteamericana abanderada por Hugo Gernsback, cuyas influencias marcaron un
género, una estética, y uno de los premios más prestigiosos del género. Y es
que, en ciencia-ficción, realmente, salvo que se trate el tema como centro de
la trama a fin de trasmitir alguna que otra postura ante dicha coyuntura, éste
resulta algo inherente y normal en sociedades postmodernas y avanzadas muy
liberadas ya de prejuicios homofóbicos.
Incluso, del propio uso del
género, habría que constatar que algunos de estos autores tan propios de
ciertos estereotipos, terminaron escribiendo historias con protagonistas
homosexuales al adentrarse en imaginarios más evolucionados dignos de mentes
más preclaras.
Pero empecemos por un cierto principio:
Escribir sobre homosexualidad
antes de los años 50, en cualquier género, era algo reservado para unos pocos valientes
capaces de disfrazarlo, de alguna manera, en algo que no molestara a una
sociedad de amplia raigambre conservadora. El caso de Odd John (1935) de Olaf
Stapledon sería uno de ellos; en su obra, se narra la historia de un
mutante con poderes psíquicos extraordinarios capaces de permitirle seducir a todo
aquel que se le antoje, siendo quién se le antoja, un muchacho joven y de buen
merecer.
Posteriormente, como en el resto
de ámbitos culturales sujetos al desarrollo social, la afluencia de tramas con
temática o protagonistas homosexuales llegaría a las letras con los movimientos
reivindicativos de los años 60 en donde los autores pudieron sentirse más a
gusto desarrollando historias que una sociedad no rechazara o le fuera difícil
comprender.
En ciencia-ficción hard, o
ciencia-ficción más dramática, hubo bastantes de ellos y grandes obras; uno de
los más prolíficos fue Theodore Sturgeon,
con una gran cantidad de relatos y un compromiso bastante regular en el
desarrollo de su obra; De entre ella, destacaría brillantemente Venus más X, publicada en 1960, donde
se desgrana una utopía futurista basada en la concomitancia de los géneros
sexuales camino de un fin más elevado.
Otra autora que dejaría el listón
muy alto por aquella década sería Ursula
K. Le Guin con su novela La Mano
Izquierda de la Oscuridad (1969), en donde se nos hablará de distintas
formas de sexualidad en una sociedad cuyos individuos cambian de género cada
ciertos periodos. Una auténtica joya de la ciencia-ficción galardonada con los
premios Nébula en el 1969 y Hugo en el 1970.
Algo ya más actual, tendríamos a un
John Varley y su Playa de Acero (1992), un
texto sobre finales, cuyo distópico inicio es ya bastante ejemplarizante en
cuanto a lo de temáticas liberadas de
prejuicios homofóbicos se refiere:
Dentro de cinco años, el pene será
obsoleto.
…
En cuanto a obras de
ciencia-ficción con personajes homosexuales y no textos propios de dicha
temática, creo que nadie podrá olvidar al degenerado barón Vladimir Harkonnen de la mítica saga de Frank Herbert Dune (1965),
los personajes inducidos a la homosexualidad por superpoblación en la obra de
Joe Haldeman, La Guerra Interminable
(1975), o el Maestro Cantor de Orson
Scott Card (1980).
Adentrándonos en mundo de la tv, un
medio mucho más valiente e interesante en el desarrollo de la ciencia-ficción
audiovisual, las cosas discurrieron de forma similar a como ocurría con la
literatura, con producciones sesenteras al estilo Twiling Zone, o Outer Limits;
aunque, como inicio en el impulso de estos temas, habríamos de otorgarle una
pequeña distinción a aquella que rompió realmente los hielos de la
ciencia-ficción pulp en vías de temáticas sociales de amplio espectro y grueso
calado: Star Trek.
En Star Trek the Original Series
(STOS), y posteriormente también en Star Trek La Nueva Generación (STNG), así
como con en Espacio Profundo Nueve (DS9), Voyager y Enterprise, encontraremos
amplias tramas de interés social y humanista en donde no podía faltar el tema
de las relaciones sexuales. Dada su amplitud, dejaré tan sólo dos apuntes a
destacar: El Paria STNG Temp. 05 Ep. 17, y los episodios
del universo espejo de Espacio Profundo Nueve iniciados con El Sendero DS9 Temp. 02 Ep. 23.
Tras ella, y siguiendo su fulgurante
estela, tendríamos ejemplos similares en series como Star Gate, Far Scape o
la nueva Galáctica; ya más metidos
en harina, sexualmente hablando, producciones como Lexx, o la contemporánea Misfits, muestran relaciones y situaciones de
forma más explícita y cruda; eso sí, nunca, como la serie referente en lo que a
objetivo de este artículo se refiere. Ya que, para ser sincero, si tuviera que
decir una, sólo una única producción que fuera lo suficiente evolucionada como
para mostrarnos un protagonista homosexual, sin que esto fuese el pretexto de
abanderar ninguna reivindicación, sino una cualidad más de un personaje en vía
de desentrañar tramas de la más pura y creativa ciencia-ficción culta europea,
esta sería, sin lugar a dudas, Torchwood.
Torchwood, spin-off de Doctor
Who, y anagrama del mismo, nos muestra a un grupo de investigadores de lo sci-fi,
comandados por un flamante y pansexual capitán Jack Harkness. Un alienígena que no puede morir, capaz de tener
relaciones con hombres, mujeres, o lo que le surja en su dilatada andadura
espacio-temporal. No se puede decir más, tan sólo hay que verla para comprenderlo.
Como colofón, me gustaría
declarar que desde mi punto de vista, en historias de éste corte, fuera eso sí
de aquellas que como he explicado antes, pretenden conjeturar sobre las
consecuencias de las diversas opciones sexuales, es de ésta última forma cómo
debería de ser representado el tema, puesto que su público realmente así lo
merece; esto acuñaría más una normalidad propia de una sociedad más adulta,
dado que cualquiera que disfruta con este género leyendo textos como el de un
veterinario intergaláctico que ataviado
con un completo traje de minero se introduce en una vagina descomunal de un
pobre animal enfermo, descubrir a dos, tres, o diez personajes de igual sexo,
raza, o planeta, intercambiando fluidos o sentimientos, no le resulta, en
absoluto, nada extraño.
© Rafael Heka 15/05/2013
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