sábado, 19 de septiembre de 2015

Lineal C Serial 02: Alfa


VIERNES











Aún no sé por qué lo hice.
Cansancio quizás.
Ganas de aire nuevo.
No sé.
Quizás estuviera hasta los cojones.
Lo que está claro es que lo hice.
Cogí mi viejo coche y me lancé un centenar de kilómetros a un lugar desconocido camino de un grupo de tipos con los que no compartía ya nada, y a los que consideraba, en el mejor de los casos, unos gilipollas.
Necesitaba una bocanada de aire.
Conmigo llevaba pocas cosas: un par de libros de sabiduría, algo de música, el botiquín de vitaminas y ansiolíticos y mi grabadora de notas.
Me dedicaba a la literatura. Escribía.
Subsistía, más bien.
Contar cosas divertidas en aquel país por entonces era complicado.
La gente quiere cosas serias, neuras, depresión, que ganen los malos, todas esas mierdas que le hacen a uno sentir como el culo, y, sinceramente, yo no puedo con eso.
Historias juveniles, divertidas, de ciencia-ficción; ésa fue mi elección tras entender que cada escritor ha de escribir, lo que ha de escribir, y no otra cosa.
Exacto. Escogí el camino más duro.
Pero con un par de cojones, mucha paciencia, amigos perdidos por el camino y montones de trabajos mal pagados, conseguí publicar algunas cosas en editoriales de mierda llenas de frikis, más preocupados de jugar al rol que de profesionalizarse. Luego, cansado de mamoneos y hostias, fundé mi propio sello.
Así fue cómo me estabilicé de una puta vez y comencé a disfrutar. Y así fue, como una tarde, Javier me llamó.
—Hombre, ¿qué tal? —le dije falsamente agradecido.
—Ya ves... (Bla, bla, bla)... he alquilado una cabaña para el fin de semana... (Bla, bla, bla), a ver si así nos vemos todosque hace la de dios que... (Bla, bla, bla)
—No estaría mal —contesté—, (etc, etc, etc).
Bueno, ya sabéis, el rollo de siempre.
Javier era el típico imbécil sin ningún tipo de personalidad que hoy dice una cosa, mañana otra, y que cuando se junta con un par de personas, no sabes nunca por dónde va a salir.
Sus últimas aventuras consistían en viajar por todo el globo con una compañía de teatro ambulante interpretando textos clásicos a nivel diurno, para, pasando al nocturno, follarse todo aquello que se dejara, fuera gratis o pagando.
Últimamente estaba de gira por el país y bla, bla, bla.
—Lo pensaré —le dije. Pero enseguida, incontroladamente, solté:
>>No, espera, cuenta conmigo. ¿Quiénes vamos?
—Marcos, Jorge, Pedro, tú y yo.
Por la cabeza se me pasó no ir, pero acepté.
Joder: el capullo de Marcos, el negativo de Pedro, Javier y Jorge.
Marcos era insoportable. Un cateto cuyos padres pudieron meter en la universidad, de pocas luces a pesar de haber llegado a convertirse en Médico y el típico con aires de superioridad que habla dando lecciones, confundiendo su perspectiva con la realidad.
En cuanto a Pedro, era mi perfecta antítesis. Un tipo dedicado a la literatura, pero a la OTRA literatura. A aquella que explora todo lo oscuro del ser humano. Huelga decir que era un pesimista redomado, un hedonista, un egocéntrico y un drogadicto en potencia, víctima de la insufrible frase: <<Yo controlo>>.
De Javier, ya he dicho bastante y no perderé más tiempo con él. En lo referente a Jorge... Jorge quizás fuera el más agradable de todos. Ingeniero de profesión, abierto de mente, amable de formas y maneras. Sí, era un buen tipo. Quizás un poco inflexible y algo serio. Pero un buen tipo.
Como se ve, no es difícil adivinar el porqué de nuestro distanciamiento.
Yo, particularmente, me cansé de aguantar a la mayoría.
Las discusiones se sucedían, las quedadas disminuyeron y dejamos de compartir cosas. Nuestros particulares caminos terminaron por poner tierra de por medio y todos acabamos donde cada uno debía estar. Y estuvo bien.

Por eso, aún ahora, después de todo, me pregunto reiteradamente por qué fui.

(c) Rafael Heka

(c) 33 Ediciones

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