Como os podéis imaginar aquello no sólo
conmocionó al país de Blancualín, el resto de países, al enterarse de la
noticia, decidieron cortar inmediatamente todo tipo relaciones diplomáticas;
Antes no es que se llevaran muy bien, pero se llevaban. Ahora no tenían
necesidad alguna de continuar así y, dado a que si de nuevo estallaba la guerra
Dindorx iba a interceder poniendo a los blancos al frente del gobierno, todos optaron
por pasar definitivamente del tema encerrándose en sus propios reinos, sin
preocuparse de nada más. El Continente Estrellado se seccionó en cinco
gobiernos independientes y autosuficientes.
¿Qué pasó en Blancualín? Los primeros años:
desconcierto, una extraña sensación de inseguridad y algo de: Bueno, y ahora
¿qué? ¿Después? No mucho. Tan sólo que pasó de ser el país privilegiado, a
convertirse el estercolero sin ley ni orden donde ningún duende querría nacer.
Eso sí, tenía una cúpula muy bonita en cuyo interior reposaba un ostentoso
castillo de hielo. Algo así como una gigantesca bola de nieve de ésas que se
regalan por Navidad.
En cuanto a los ciudadanos, decir que unos
se fueron, otros se murieron, algunos mejoraron. Sin gobierno no hay impuestos,
ni leyes, ni guardias, ni subvenciones, ni nada; con lo que, a diferencia de
los demás reinos del Continente Estrellado, allí imperaba una total anarquía.
Cada uno hacía lo que más le convenía; sobre todo los ricos, los cuales
aumentaron enormemente su fortuna explotando a los débiles, mientras que estos,
no pudiendo hacer nada por carecer de los medios o influencias, sucumbían
desolados en su propia miseria.
El país se precipitó hacia un pozo de
podredumbre marcado por la inseguridad ciudadana y el miedo.
Ya sé lo que estáis pensando: Y Dindorx,
¿qué opinaba de todo esto?
La verdad es que el regordete y barbudo dios
de los duendes sabía casi a ciencia cierta lo que iba a suceder así que,
intentando desembarazarse de su habitual aburrimiento implícito, decidió darle
un poco de gracia a la cosa.
Dindorx sentenció resolver todo aquello no
dándoles un pez, sino la caña y unas cuantas lecciones de pesca. Así mataría
dos pájaros de un tiro: por un lado se lo iba a pasar en grande viendo a ver quién
conseguía descifrar el acertijo y, por otro, iba a enseñarles a conseguir
demostrar la verdad más importante del planeta por ellos mismos sin necesidad
de su intercesión. Eso mejoraría su autoestima.
Claro está, la respuesta al acertijo era el
pez pero... ¿cuál era la caña? Bueno, aquí, entre nosotros,..., ejem, digamos
que fue un pequeño medallón que se le cayó de la manga cuando hacía su jogging
matutino sobre el planeta.
Después de tantos siglos de insomnio, qué
menos…
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