A veces el destino cuenta chistes; a veces, nos sorprende de forma inefable con coincidencias en las que no creo.
Es
la única vez que nombro al gran Pratchett en mis textos y,
desgraciadamente, lo que en su día escribí, ahora me gustaría
rectificar, dado a que, coincide, que tocaba seriar ese momento de esta
historia en una semana donde el gran maestro no pudo eludir su cita con
uno de sus personajes más emblemáticos:
...Terry Pratchett ya conoce Magic Planet.
Lo entenderéis al final. Como en Rocky IV. :-D
Va por ti, amigo...
—Estimados (tos) ex-súbditos (tos
perruna):
>>Como muy bien pude comprobar ayer,
ninguno de los duendes de esta ciudad sabe contestar a la pregunta que le
podría convertir en rey (tos).
Lamentablemente, he de confesaros algo (tos
pre-gargajo): Para coronarse hay que saber dicha la respuesta (gargajo). Ésta se la comunica el rey
extinto a sus hijos. Lo que pasa es que, ya no sé si por la edad o porque
Dindorx es un gracioso de pelotas (tos
pos-gargajo), se me ha olvidado. Esto supone un grave problema pues, si
nadie más la conoce, y yo no me acuerdo (regüeldo),
nadie podrá coronarse. Con ello no me queda más remedio que, lamentándolo
mucho... (esputo), abolir el
gobierno. A partir de ahora el país de Blancualín deja de ser la capital
reinante (tos, tos). Sé que esto
provocará conflictos internacionales y que posiblemente participaréis de una
segunda Guerra de los Colores; pero amigos..., éste será un problema vuestro.
Yo, como os dije antes, bastante tengo con morirme; así que, ale, ahí os dejo.
A partir de este momento no hay rey, ni estado, ni capital, ni hostias (es un puto, quiero decir, tos).
>>P. D: El castillo permanecerá
cerrado e inaccesible a todo duende hasta que alguno encuentre la respuesta y
la grite frente al portón de entrada. Y digo esto, porque gracias a un conjuro
que me cedió mi compañero y camarada Amaronte (tos pre-muerte o tos mortal), gran extra-archibrujo del país de
Amarilia, todo el recinto del castillo, incluidos sus jardines y bosques,
quedarán congelados en el tiempo bajo un escudo mágico; este transparente domo
lo protegerá de cualquier intromisión no deseada. Como también he dicho antes,
el conjuro perderá su efecto cuando alguien pronuncie la respuesta al acertijo.
>>Punto final (tos con apertura de esfínteres).
>>Bien, Blir. Manda a Berco a que lea
el bando en la plaza. Después, da orden a todos los sirvientes de que recojan
sus cosas y abandonen el palacio. Págales sus honorarios, recoge los tuyos,
cierra todas las puertas y márchate. Perdón, perdón; espera; hazme un último
favor: ayúdame a levantarme (amago de
muerte por tos).
El criado se acercó y le incorporó de su
suntuoso lecho. Baradir hizo un ademán con la mano y Blir desapareció por la
puerta de la habitación (ya no se atrevía
a hablar por miedo a la última tos).
El rey se acercó a la ventana, miró por ella
con tristeza y volvió de nuevo a la cama.
A un lado de ella, en la pared, había un
soporte con una vela encendida.
La cogió temblorosamente y empujó débilmente
el soporte hacia abajo.
La cama se corrió hacia el duende
descubriendo un pasaje oscuro tras de sí.
Sujetó los faldones de su pijama y,
empuñando la vela, entró: unas ascendentes escaleras de caracol le aguardaban.
Subió lentamente por ellas accediendo a un
cuartucho cilíndrico en el que se podía distinguir, malamente, un pequeño
ventanuco, un sillón de hielo y, junto a él, en el centro, un atril de mármol
con forma de columnata. Sobre éste, abierto por la mitad, reposaba, ajado e impúdico,
un grueso y polvoriento volumen.
Se acercó al ventanuco y esperó a que todos
los duendes a su servicio, incluido Blir, cruzaran las heladas verjas de los
lindes del castillo.
Cuando esto fue así, Baradir se sentó en el
sillón de hielo, miró fijamente al libro y, pronunciando unas ininteligibles
palabras, se irguió elevando los brazos al cielo.
Lentamente, de las puntas de sus dedos,
emergió un espeso y lechoso haz de luz. Sus partículas, cada vez más intensas,
se juntaron sobre su cabeza en un grueso y apocalíptico cordón.
El haz se elevó.
El decrépito cuerpo del rey se cuarteó de
repente ante el manto de escarcha que lo cubrió (ya jamás tendría más tos). El haz continuó su ascensión hasta que,
con un arrebato de furia, reventó el techo del cuarto volando por los aires el
tejado de la torre principal del Castillo de Harina.
Algo más abajo, en la plaza de Blancuol, los
duendes escucharon anonadados el bando mientras sus retinas contemplaron
estupefactas cómo el castillo, y todos sus alrededores, se cubrían de una
especie de manto de cristal fruto de los brillantes cordones de luz que salían
de la torre principal tejiendo aquella hermosa y brillante cúpula de hielo.
Lo que no pudieron ver fue la mueca de dolor
que se esculpió en el rostro de Baradir al quedar transformado en hielo, ni la
de desconcierto de la enlutada figura de la guadaña al regresar de nuevo a su
dimensión mundo-disco[1]
víctima de una broma pesada del dios de la tos
y de la licencia de un servidor.
[1] El Mundodisco es un mundo imaginario que sirve de
escenario a la saga homónima de novelas escrita por Terry Pratchett. Se trata de un mundo plano, sostenido por cuatro elefantes que, a su vez,
se apoyan en el caparazón de Gran A'Tuin, la tortuga estelar. El escenario es medieval fantástico, aunque algunas partes del mundo están
ambientadas en la era victoriana a lo largo de la serie. Los libros frecuentemente
hacen parodias, o al menos toman ideas prestadas, de autores como J. R. R. Tolkien, Robert E. Howard, H.P. Lovecraft o William Shakespeare, y también de la mitología, relatos tradicionales
y cuentos de hadas, utilizándolos a menudo para establecer paralelismos
satíricos con temas culturales, tecnológicos o científicos actuales. Cualquier
parecido con esta saga o su autor es pura coincidencia; Pratchett desconocía
Magic Planet y queda exculpado desde aquí. :-)
(c) Rafael Heka
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